A veces, los pensamientos, las emociones que me embargan no me caben en el cuerpo, y entonces me desbordo.
Inevitablemente. Irremediablemente...
Me desbordo, y mi alma quiere gritar, volar... mi naturaleza apasionada me grita, me dice que es momento de movernos, de escapar del yugo de su alma y desplegar las alas.
Cambiar la ruta.
Pero una vez libre, la muy traicionera me abandona a mi suerte; sin decirme como continuar, por donde he de avanzar. Y, todavía desbordada, me quedo inmersa en el laberinto de mis propias pasiones, me empiezo a acobardar.
Aunque el miedo me ruegue que debo regresar, mente y corazón me gritan que ya no hay vuelta atrás, que sólo queda mirar al horizonte.
Caminar.
Y aquí estoy: libre de mi yugo autoimpuesto, aterrada, pero dispuesta a continuar con mi existencia de alas desplegadas y enfrentarme al mundo; confiando en mi intuición, atenta a las señales del camino...
Un paso a la vez.
¿Con qué he de encontrarme?