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Mente y corazón


A veces, los pensamientos, las emociones que me embargan no me caben en el cuerpo, y entonces me desbordo.
Inevitablemente. Irremediablemente...

Me desbordo, y mi alma quiere gritar, volar... mi naturaleza apasionada me grita, me dice que es momento de movernos, de escapar del yugo de su alma y desplegar las alas.
Cambiar la ruta.

Pero una vez libre, la muy traicionera me abandona a mi suerte; sin decirme como continuar, por donde he de avanzar. Y, todavía desbordada, me quedo inmersa en el laberinto de mis propias pasiones, me empiezo a acobardar.

Aunque el miedo me ruegue que debo regresar, mente y corazón me gritan que ya no hay vuelta atrás, que sólo queda mirar al horizonte.
Caminar.

Y aquí estoy: libre de mi yugo autoimpuesto, aterrada, pero dispuesta a continuar con mi existencia de alas desplegadas y enfrentarme al mundo; confiando en mi intuición, atenta a las señales del camino...
Un paso a la vez.

¿Con qué he de encontrarme?

Tú, yo y mi soledad.



Hoy quiero caminar las mismas calles que caminaste. 
Llegar a ese mismo café, sentarme en la misma mesa 
y contemplar el exterior del que alguna vez fuiste parte. 

Hoy quiero repasar esa misma calle, 
aunque no vaya a encontrarte; 
sentirte cerca y dejarme acariciar por tus recuerdos, 
que le hagas compañía a mi soledad. 
La misma soledad de ayer y anteayer…  
esa que, aunque por periodos diga abandonarme, 
siempre regresa. 
Eterna acompañante de mis pasos extraviados 
en el laberíntico ritmo del tiempo, 
sin hallar su destino final. 

Hoy, déjame soñar… 
déjame creer que, 
en la oscuridad de mis párpados cerrados, 
aun te puedo encontrar, 
y caminar de tu mano una vez más.

Camina conmigo mis pasos solitarios 
y dime que es preciso emprender la marcha, 
volver a empezar. 

Sin rendirme. 

Dame tu soplo de vida y repítele a mi espíritu terco 
que no hay gloria sin batalla. 
Que la esperanza no está perdida. 

Tú, yo y mi soledad. 

Ven...
Hazme creer en la posibilidad de lo imposible una vez más.
Un día más.