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Sesenta segundos


Diciembre 4, 2023.


Querido

No sé si esto me va a dar una especie de respiro, pero como no hay peor batalla que la que no se intenta, aquí estoy, escribiéndote por primera vez. Escribo lo que mis labios no son capaces de pronunciar en palabras, lo que mi voz se niega a articular. 

Todo es tan contradictorio, eres ese algo a lo que no consigo darle un nombre pero que aun así me hace falta. Hay un mar de palabras, frases, ideas, pensamientos, réplicas que tengo para ti aun cuando verte es casi tan cotidiano como respirar. Tan cerca y tan lejos. Tan distante, pero a la vez tan próximo… ¿cuántos son los pasos que nos separan? Jamás los he contado, pero ahora que tengo la idea en mi cabeza podría asegurar que no son más que el número de los pálpitos de mi corazón, de mi sangre contra las paredes de mis venas en un minuto. Sesenta segundos. ¿Qué te diría en ese lapso si es que un día la vida me planta en la cara aquel perverso privilegio? Todavía mejor, ¿qué te diría si supiera que, en sesenta segundos más olvidarás por completo todo lo que diré? Puede que entonces la valentía me hinchase el pecho y sin escrúpulos ni ceremonias te mostrara mi alma en carne viva. Y, , admitiría que soy estúpidamente, malditamente soñadora y que no me lo reprocho. Te diría que soy fuerte, que el fuego me enciende las venas pero también alimenta a la soñadora que vive en mí, con todas sus ideas románticas... arcaicas para nuestro tiempo; con todo eso que los libros le dicen que puede ser. Que no necesito que el amor me consuma para anhelar la dulzura en un beso o la sensación de fundirme en otro cuerpo al contacto de un abrazo. Que se puede anhelar la ternura aun chapaleando en los más profundos placeres de la carne; que sintiéndome diosa también puedo ser tremendamente frágil. Que el deseo puede ser llamarada y manantial, que puedo anhelar cada parte tuya sin tener que asegurarme tu amor. No busco amor. Podría hacerlo, pero, así como sueño soy racional y mi razón me dicta que no… contigo no. Pero aquello no disminuye en lo más mínimo mi deseo de ver más allá de lo que escondes, de aquello que te empeñas por mostrar ―tienes que ser más que eso, querido―, quiero saber quién eres, cómo eres, sin más. ¿Qué te hace sonreír, qué es lo que piensas cuando crees que no estás pensando? Qué te enoja y qué es aquello que ensombrece tu corazón o te molesta… qué serías capaz de hacer si se te pone a prueba. Si sucediera, te diría que la vida es tan corta como para esconder todo eso que, de exponerlo a plena luz, nos haría más felices… te diría que el mundo es de los valientes, pero también de aquellos que son capaces de admitir su vulnerabilidad. 

¿Ya pasaron sesenta segundos? Es probable que sí, y con ellos también este hálito mágico que el silencio y la soledad le dan cualquier espacio en el momento en que todo se detiene y puede oírse en el aire el más leve de los suspiros…

Ya estás aquí y, una vez más, he de tomar a la soñadora y ponerla a dormir para regresar a la realidad. 


Siempre tuya, pero mucho más mía.

Rosali.