Buscar en este blog

Te perdono




Te perdono.

Te perdono por no haberme planeado, por pedir que me mataran para no tener que hacerte cargo de mi. Te perdono por haberme violado, por robarme la inocencia aun cuando no tuve consciencia de haberla perdido hasta mucho después. Te perdono por haberme abandonado. Por los años de sometimiento y pobreza, de dolor… por el hambre y la humillación.

Te perdono por haberme menospreciado por ser pobre, mal vestida, por mis manos y cabello seco a punta de detergente, por no tener el sol diario para el sándwich de pollo de los recreos; por gastarme el cerebro, las ganas y los ojos mañana y tarde… por usar mi inteligencia cual moneda de cambio.  Por los insultos calladitos, las ofensas solapadas. Por habernos convertido en tus siervas por años a cambio del favor de salvarnos.

Te perdono por haber usurpado mi vida a cambio de tu sacrificio.  Por haber esperado tanto de mi. Por poner sobre mis hombros la responsabilidad de negociar responsabilidades domésticas que no me correspondían. Te perdono por repetirme implícitamente que todo sacrificio sigue siendo insuficiente.

Te perdono por haberme usurpado el primer beso de mi vida con el único afán de paliar tu abstinencia carnal, sin quererme...; por haberme arrancado de cuajo la confianza en los que como tú, compartían tu estilo de vida.

Te perdono por los años de amor a escondidas, por sembrar en mi pecho la semilla primigenia de la paranoia. Por hacerme creer —tonta inocente— que tu amor sobreviviría al límite de mi intimidad.

Te perdono por hacerme creer que no serviría para más que un saciarse eventual. Que nadie me querría para el futuro; que no era suficiente, que mis traumas repelerían cualquier intento de amarme en serio.

Te perdono por un lustro de amor insano, de angustias y ofensas. Por haberme exprimido la tranquilidad y el dinero, por procastinarme con tu procastinación. Por conseguir que me conformara con tan poco, por haberme negado… por ser el autor del desengaño más grande de mi vida. Te perdono por haberme destrozado cual cristal impactando contra la superficie impenetrable de tus mentiras. 

Te perdono por haber hecho propicia la atmósfera para apuñalarme por la espalda. Por tu insana manía de ver un “pero” en cada buena idea que no salía de ti. Te perdono por usar mi vulnerabilidad como arma para destrozarme la vida… te perdono por tu maldad, por tu envidia; por no aspirar más allá de aquello que yo tenía y tú querías.

Te perdono por haberme ilusionado en vano; por haberme convencido —sin palabras— que podías quererme, que nos salvaríamos el uno al otro de nuestros demonios. Por trastocar mi sueño individual de recorrer el mundo y hacerlo también tuyo, por dejarme pensar en un nosotros que no se cumpliría jamás.  Por hacerme soñar con París y Viena, con alguna callecita empedrada del viejo continente en tu compañía. 
Que podríamos empezar de cero, lejos de esta realidad… por haberte hecho parte de mi día a día para luego traicionarme. Por pensar solo en tu salvación; por no tenderme tu mano —como yo te extendí tantas veces la mía—,  a la primera prueba de lealtad.

Te perdono por haberme robado la confianza, por 18 meses de energía mal invertida… te perdono por haberme arrebatado, por tu causa, las cosas que le daban sentido a mi vida.

Te perdono pasado. Presente. Te perdono y me perdono por haberme dejado engañar. Por haberme bloqueado por amor, confianza, necesidad y no confiar en mi intuición.


Me perdono y perdonando 
ligera: cual cáliz vacío ansioso de apurarse en una fuente más limpia—, 
me prometo volver a empezar.   





11:11




¡Hola, querido!

Cuéntame:
¿Cómo vives tu vida ahora que tu incondicional no se encuentra cerca para hacerte compañía, para prestarte sus oídos —sus cinco sentidos— cuando el resumen del día sale de tus labios agobiados?

¿Qué se siente saber que —aunque a fuerza— ella consiguió seguir su camino aunque tus pasos no se acompasaran más al ruido seco de sus pequeños zapatos de tacón?

¿Te golpea intempestiva la nostalgia? ¿Me añoras tanto como yo te añoro cuando, con la muerte del día, muere también tu careta y pesa la soledad?

¡Lo ignoro! Y aunque antes me habría gustado entrar en tu cabeza, penetrar en tus pensamientos y verme a través de tus ojos, ahora no estoy segura de querer hacerlo, Aunque mi deseo de ti sigue siendo más grande que todo razonamiento lógico en mi, sé que estoy mejor sin ti. Sin quererte… sin tu proximidad.

¡El cronómetro ha empezado ya la cuenta regresiva!

Y yo encuentro propicio este momento para confesarte que todavía eres eso en lo que pienso cuando el reloj marca las 11:11 y mi subconsciente susurra “pide un deseo...”.

Déjà vu





Dos de los mejores sentimientos que he experimentado sucedieron en invierno. 
Y como una extraña manera de demostrarme que el tiempo es cíclico, que todo se repite en diferentes espacios de tiempo y personas; ambos se fueron de mi vida al final de la estación. Dos inviernos consecutivos. 
El uno llevándose más que el otro; uno dejando más miel, el otro más hiel.

Mi vida ha sido un déjà vu; un interminable torbellino de cambios. De abrir y cerrar ciclos. De revivir con llegadas inesperadas y despedidas en la misma medida. Aceptación constante e ininterrumpida. Tanto así que me ha faltado tiempo para las bocanadas de aire, para recuperar el aliento antes de volver a sumergirme en el mar de acontecimientos; en un crónico estado de sorpresa (no siempre para bien). 
Y así… en vilo también, me ha esculpido de una forma en que solo había soñado que lo haría.
Me ha puesto a prueba definitiva y ha formado mi cuerpo —y en vías de mejora— y mi carácter al de la mujer que realmente espero ser de aquí hasta el día que mi vida enfríe con la muerte.

Fuerte.
Que sabe lo que se merece de la vida y lo que quiere para sí. No más, no menos. Sino lo estrictamente necesario para sentirse realizada y completa.
Una romántica —aunque desahuciada—  con plena consciencia de que no han de lapidarla por su deseo.
Un pequeño guijarro que, en su insignificancia, pueda cambiar con su vida la vida de alguien más.
Una existencia toda de manos, pies y corazón en pos de hacer del mundo un lugar mejor.
Un alma de sangre y de fuego.

Oruga convertida en mariposa.

Plena. (*...aun cuando siga recolectando mis pedazos desperdigados por el campo de batalla.)



Día 76.


Querido (o no tan querido) tú,

Esto es raro… estoy haciendo algo que no me había imaginado hacer ni en los próximos mil años. Estoy escribiéndote una carta aun cuando todavía formas parte de mi vida, de mi día a día, con el riesgo a que quizá mientras yo te escribo, tú aparezcas en cualquier momento por la puerta para ponerme al tanto sobre algo o pedir alguna cosa, algún pendiente (por que ahora tus apariciones se limitan a eso) y yo no sabré donde ocultarme para no morir de la vergüenza, para no enrojecer y evidenciar de esa forma que algo me traía entre manos, aunque tú no tuvieras ni idea de lo que se trata.

Todo ha sido tan rápido —como cuando nos conocimos— todo ha sucedido tan intempestivamente y ha sido tan asquerosamente cruel (al menos para mí) que siento mucha rabia con el mundo, por la injusticia con que me lleva tratando la vida; por querer hacer y decir tantas cosas y al final tener que callar, conformarme con la inamovilidad por no saber cuál será tu reacción ante mi ímpetu, frente a la descarnada confesión salida de mis labios en carne viva que pueda alejarte definitivamente de mi. ¡Oh! No tienes ni idea de lo frustrante que se vuelve todo esto.

Nunca había experimentado esta sensación de amor-odio hacia una persona. Ese deseo de tener cerca y a la vez lejos; de querer comer a besos y querer infligir sufrimiento… de implorar que nunca me deje y que desaparezca de mi vida para siempre. Nunca había sentido esta desesperación de entre deseo e incertidumbre, alegría y coraje; expectativa y pasión furiosa… y entonces apareciste tú, en un momento decisivo de mi vida y fue providencial y extraño y doloroso ese desear desde la primera vez. Te metiste en cada poro de mi piel, en cada partícula de mi cuerpo, te asentaste en cada rincón de mi mente…. Me reviviste.

Me salvaste aunque nunca llegué a confesártelo y ya no estoy segura de quererlo hacer en un próximo futuro. Ahora mismo todo es tan incierto. Una a una las certezas se me han ido escurriendo entre los dedos y me he quedado vacía… sin nada.  Dime qué es lo que sigue ahora… ¿qué he de hacer?
¿Debo seguir luchando conmigo misma, con el frenético impulso de querer estar cerca de ti aun cuando la nada es la única posibilidad? ¿Qué has hecho conmigo, qué extraño hechizo has ejercido sobre mí para hacerme perder el juicio y ser todo deseo cuando pienso en ti?
Más aun —pequeño traidor— porque no te decides a tenerme pero no me quieres lejos… no me dejas poner distancia entre los dos. No te imaginas la infinidad de veces que, aun deseándote, te he maldecido en mi angustia. Como ahora, aunque hayas sido la causa de mi ruina y te hayas distanciado una vez más(¿definitivamente?) te sigo queriendo. Sigo deseando fundirme en un beso. ¡Sólo un beso! Uno en que pueda transmitirte todo mi dolor, incertidumbre, deseo y pasión… hacerte sentir este fuego que me abrasa por dentro.

Ojalá pudiera saber lo que piensas, sería tan sencillo comprenderte si supiera lo que hay en tu cabeza, mi dulce tormento. No sé por cuánto más podré mantener mi careta de tranquilidad si por dentro soy un volcán a punto de hacer erupción, una bomba en sus últimos sesenta segundos… no sé que he de hacer. Si mi liberación será motivo de gloria o desastre, si al final de la carrera mi premio será tenerte o mi castigo que estés definitivamente fuera de mi vida.
¿Qué ha de pasar mañana? Quiero y no quiero saberlo… no me queda nada más que esperar.

Esperar.

Aunque cada minuto transcurrido sea una nueva fuente de angustia y cada golpe de mi corazón el palpitar doloroso de tu recuerdo en mis venas, ardiendo con mi sangre.
¿Qué has hecho de mí? ¿Alguna vez podré plantearte esa pregunta mirándote a los ojos, transportada por la sensación de estar entre tus brazos. Sucederá algún día?

Mi razón dice que no.
Mi corazón anhela que sí.
Mi humanidad —la diosa voluptuosa que habita en mi— me susurra que no puede esperar.
Mi ser entero es una completa contradicción de voces, sensaciones, estremecimientos y poca voluntad.
Esto es lo que has hecho de mí.

Te odio por eso…. Y te quiero.
Te odio pero te quiero, maldito ciego, tonto… mil veces tonto.

Tonto, tonto, tonto.



Evocación



Hoy escribí un poema y todo él exhalaba tu nombre.
Entre palabras se me abrieron viejas cicatrices, 
y ulcerosas, palpitantes, escaldadas;
sangrantes y espantosamente supuradas... 
son tan horrorosas como los primeros días.

He sentido en cada pulso del papel agonizante escurrirse las fuerzas de mi cuerpo,
y te he llamado a gritos hasta que la voz se me ha apagado.
Llorando a lágrima viva con los ojos secos,
te he encontrado en los torcidos caminos de mis sueños...
empantanado,
perfectamente aclimatado a la atmósfera de mis terrores primarios,
y una única pregunta ha bramado en mi pecho cerrado:

¿Por qué?

¿Por qué te asentaste en la frontera de mi incertidumbre,
en territorio enemigo?
¿Por qué delimitaste con mi sangre tus líneas 
en terreno agrietado y seco?
¿Por qué haz de condenarte sin condena
y sumergirme a mí en angustiosa miseria?
¿Por qué me has traicionado?


Porque quieres... porque puedes.
Solo yo soy culpable.

Amarte selló mi sentencia. 
Yo puse en tus manos el puñal que hoy entierras en mi pecho.
Yo sola lo hice...
Te entregué la vida y con ella la razón para estrujarme, 
exprimirme de lágrimas, angustias y dolor.
Te dí el poder de destrozarme el corazón.




¿Estoy equivocada?



Como el amor de mi vida o el sueño de mi vida, ésta ha sido siempre la pregunta de mi vida; mi interrogante y traba más ancestral, la que ha vivido conmigo desde el instante preciso en que mis ojos se abrieron a la luz del mundo por primera vez. 
¿Estoy equivocada? 
¿Mis pensamientos, mis ideas... mi concepción de la vida y el mundo, de lo que espero ser para él está tan errado que me ha llevado a lo largo de todos estos años a errar tan repetidamente, a no conseguir el sueño tantas veces buscado, la persona tan querida... la meta trazada?


Hoy, a las 06:45 de la mañana, mientras veía la garúa caer sobre las calles grises a través de la ventana del autobús de camino a un día más de oficina me llegó el quiebre. Y aquel punto de inflexión me ha hecho cuestionar por enésima vez aquella pregunta tan arraigada. 
Hoy por hoy, de una vez por todas... de forma decidida y definitiva sé que tengo que ponerme a salvo.

Pese a que nada en mi día a día pueda considerarse perfecto, nada me ha causado tanta inquietud, tantas horas de cuestionamiento e incertidumbre como mi situación familiar y sentimental; especialmente en los últimos meses con tantos cambios y certezas caídas. De qué forma mi rol como miembro de una familia monoparental ha ido cambiando con el paso de los años y como es que mientras me iba volviendo un adulto las responsabilidades sobre mis hombros fueron creciendo, muchas de ellas por voluntad propia, otras tantas por las circunstancias y el rol que mi propia familia —consciente o inconscientemente— fue poniéndome a cuestas.

¿Estoy equivocada si, pasados todos estos años ansío libertad para disponer de mi vida, para hacer un viaje por que sí, una especialización profesional si la quiero, una mudanza individual sin pensar que por elegirlo estoy siendo mala, desconsiderada y/o poco agradecida?
Supongo que no soy un caso aislado en el mundo; deben haber muchos como yo haciendo cada día el sobrehumano esfuerzo por enfrentar un día más de trabajo, de presión y responsabilidades, con la determinación secreta —y quizá no confesa de manera abierta— de darle algo más a sus seres amados... seguro que sí. Lo que no sé es si alguno de ellos, en determinado momento —como yo ahora— siente que sencillamente ya no quiere hacerlo por que esta cansado y piensa "Ya no puedo más. No más, por favor", por que ya se hartó de trabajar para otros y quiere hacerlo para sí mismo. Para sentir que tantos días, horas invertidas frente a un escritorio/ordenador/oficina consumiéndose la vida no están pasando en vano. 
Que la vida también es darnos a nosotros tanto o en igual proporción de lo que damos a los demás. 
Aunque suene mal... aunque eso nos convierta en personas horribles.   

¿Estoy equivocada si, después de tantos años de relaciones marcadas por distintas formas de abuso (teniendo en cuenta que el abuso tiene muchas más formas que sólo la violencia física) ahora, en este preciso punto, quiero otro tipo de amor —encarnado en un ser real, en un imperfecto ser humano de carne y hueso—, alguien a quien no sea tan difícil querer? ¿Que no lleve de mochila impedimentos sociales, religiosos, emocionales? 
Difícil... lo sé. 
Aquí y ahora, si bien no enamorada todavía, sé que tengo alguien en perspectiva... alguien real. Entonces, ¿estoy equivocada si anhelo menos turbulencia, una dosis más pequeña de hacerme cargo? ¿No merezco esta vez ser yo el objetivo, el fin a conseguir? 
¿Estoy equivocada si tengo el anhelo de ser conquistada? 

Aunque quizá con mucho retraso, ¿estoy equivocada si pasados 27 años por fin de despertó mi deseo individual de realización? ¿De ser algo más que un ser que sólo despierta, trabaja y vive para pagar cuentas? ¿De querer tener todo aquello y de no conseguirlo en la forma que lo he llevado hasta ahora, sentir la violenta necesidad de ponerme a salvo?

¿Estoy equivocada si mi deseo de libertad, proyecto y pasión implica sacar de la comodidad a alguien más?

Muchas preguntas todavía sin respuestas.
Puede que el abrir mis alas tenga secuelas propias y ajenas, abra heridas viejas y escueza a las nuevas... pero lo quiero intentar. Si me sobreviene la muerte mañana, no quiero encontrarme con que todo se quedó en buena intención. 
Quiero vivir y que valga cada día de mi vida... quiero ser completa y totalmente mía. 

El instante empieza a partir de hoy. 

A Max: Recuerdos...



Pensado en que hoy podría ser el día en que vuelva a verte todos los sentimientos que normalmente permanecen ocultos en mi interior de pronto comienzan a aflorar y poco a poco, van tomando protagonismo, materializándose en mi piel en una mezcla de alegría y angustia, miedo y expectativa... dolor y placer.  
Todo lo vivido en los últimos días no ha hecho más que llevarme a ti y —una vez más— a tus recuerdos. Este que dejo a continuación es uno de ellos. Mi tesoro más preciado. 
La primera inspiración... aquella primera carta que, sin que lo supieras, escribí para ti.  


19/05/2017 - 11:28 am.

Querido Max, 

Hoy siento la necesidad de escribirte. 
Aunque tú no lo sepas, y yo no quiera que lo sepas ni ahora ni después, llevo pensando en ti ya muchos días... muchos. Sin querer un día caí en la cuenta de que no podía sacarte de mi cabeza; en que, y aunque en un principio no lo haya notado, tienes algunas cosas que te hacen parecido a mí, como el hecho de que leas novelas, que hayas reconocido en el audio que escuchaba a Cien años de soledad... ¿y sabes lo difícil que es eso de encontrar? Tú no lo sabes, pero llevo años esperando encontrar a alguien del sexo opuesto que le guste tanto leer como a mí, que no me vea extraño (o solo me escuche por compromiso o por que quisiera sacar algún provecho en el futuro) cuando le hable del último libro que leí, que no le resulte incómodo que lo sienta con tanta intensidad... que me emocione hasta el punto de la euforia, las lágrimas o a querer cambiar mi vida entera en un arranque de inspiración... lo he buscado por tantos años. 

Y de pronto apareciste tú, noté eso que eras (la parte pequeña que creo conocer de ti) y entonces me ilusioné... me atreví, como cuando leo, a dejar mi imaginación volar. 
Todo este tiempo no fue él (aunque algo dentro de mí, una parte más humana que ideal sigue sintiéndose atraída hacia su presencia). No fue nadie más... fuiste tú. Eras tú. Siempre has sido tú.
Y me aterra a la vez que me llena de esperanza darme cuenta de lo que he descubierto. De lo que siento en mí cada vez que pienso en ello. Aunque sé que es por demás imposible, aunque hasta cierto punto soy consciente de que puede estar mal, puedo frenar a mi lógica pero no puedo evitar ser un poco más condescendiente con mi corazón, con mi lado soñador... y me dejo llevar. 

Y me imagino hablando contigo, en un lugar diferente a la biblioteca y sus temas, del filosofado y toda esa realidad que conlleva. Nos veo en el malecón de alguna playa en invierno, hablando de cosas personales y riéndonos de nosotros mismos con la intimidad que sólo se tienen las personas que han descubierto que se quieren, que les interesa el bienestar del otro. Te imagino observándome mientras te confío alguno de mis miedos, alguna de mis dudas existenciales que a los ojos de los de fuera pueden hacerme una atea, una rebelde. Imagino ese rastro de ternura en tu mirada... ¡por mí! y siento mariposas aleteándome por todo el cuerpo. Y luego me dejo llevar más lejos y te imagino rodeándome los hombros en un abrazo, las yemas de nuestros dedos apenas tocándose... te imagino tomándome en serio de las manos y sintiendo un regocijo asfixiante al descubrir que están tibias. 
Me imagino pasando mis dedos entre tu cabello mientras me sonríes y yo te devuelvo la sonrisa... sintiendo el dulce peso del miedo entre ambos por lo que está a punto de pasar. Y siento la temperatura de tu aliento cada vez más cerca cuando beso tus labios despacio... sintiendo con indecible placer como tu barba me hace cosquillas en las mejillas. Te imagino besándome en la frente con ternura al final de nuestro beso, sintiendo el calor que emanan tus manos cuando acunan mi rostro. Veo tus ojos brillantes y transportados por la euforia mientras me dices que me quieres, que me quieres tanto como yo te quiero. Que quieres quedarte conmigo para seguir viviendo infinitamente momentos como este. Te imagino de una forma en la que quizá nunca has sido.

Y mi corazón vive y se envenena al mismo tiempo por ese espejismo, por esa desilusión tan aterradora, asfixiante y grande de que todo lo que ha vivido —y que inevitablemente ha dejado el rastro de su paso en mi cuerpo y respiración alterada, en mi pecho agitado y bombeante— es pura imaginación. Y le ruego a Dios (aunque ese ruego suene más a blasfemia que a plegaria) que me conceda el pedido excepcional de reservarte para mí. 
¿Para qué disputarse tu vida si es que puede tener a muchos más y yo solo puedo tenerte a ti, mi chico precioso que lee novelas, que tiene toda una historia llena de cosas felices conmigo? 
¿Por qué no concederme, de forma excepcional el milagro de que te fijes en mí, de que puedas quererme... de que quieras una vida a mi lado?

Lo sé... para este punto de mi carta debes creer a rajatabla que estoy completamente loca, pero no puedo evitarlo. Y tu jamás leerás lo que he escrito, jamás sabrás de mi deseo más íntimo... jamás sabrás de esto que has despertado en mí. Pero ya está escrito y al existir de forma física he vaciado en parte las ansias de mi corazón. 
Ojalá algún día pueda decirte (aunque solo sea en el silencio) lo que descubrí en mi interior y que a pesar del dolor no me arrepiento de haberlo sentido. Ojalá pudiera hacerte saber que nunca, aunque lo confundiera en un principio, nunca se trató de él. Siempre, siempre fuiste tú. 
Siempre serás tú. 


Rosali. 








A Max... (*periodo mariposa.)



06 de julio de 2018

Querido Max, 

Esta es una mañana más de invierno, de calles y ventanas perladas de garúa. De toda la vida cubierta de una extraña pátina de melancolía. Y yo, contemplando el exterior desde mi oficina, en tu dirección, te traigo de nuevo hasta mí. 
Has tenido mucho tiempo de descanso, querido mío. Los engranajes de mi existencia por fin encontraron su punto de encaje y ahora la vida vuelve a llenarse de paz, de esperanzas y risas... de expectativa ante lo que vendrá. He encontrado el modo de amarme sin lastimarme y ahora no me cuesta aceptar a voz en grito lo que me hace falta, lo que necesito... lo que sé que quiero y me hará feliz; y después de los meses de tormenta por los que a fuerza tuve que atravesar, no tienes idea de la bendición que aquello significa para mi.

Soy feliz.

Y mira que tú entiendes de lo inusual de aquella afirmación en mis labios, pero no puedo definir de otra manera el que ahora sienta tanto cuando aun hayan tantas cosas que concretar... y es que ahí es donde reside el sentido de estar vivo ¿no crees? en tener sueños, proyectos, algo por qué luchar y sacar el cuerpo del calor de la cama cada mañana. 
Ahora, a pesar de todo lo que aun me queda por hacer, a pesar de que las responsabilidades me sigan agobiando por momentos, veo el futuro con esperanza. La tristeza quedó atrás y tengo un hambre desesperada por vivir, por ser una versión renovada de mí misma, alguien mejor de lo que fui... alguien que no piense más en sus errores como una pérdida sino como una oportunidad. Alguien que, a pesar del horrible dolor por el que atravesó, no ha perdido ni un ápice de su fe, de su confianza en el mundo porque un solo ser le lastimó. 

Oh querido... ojalá pudiese compartir todo esto contigo, ojalá me hubieras visto renacer. Verme abandonar lentamente mi crisálida para abrir con ansia tímida mis nuevas alas, convertida en una mariposa de brillantes colores en el gris del invierno. 
Espero la casualidad me bendiga con una coincidencia. Espero que, por propia voluntad, decidieras convertirte en mi ángel de carne y hueso y acompañar por un tiempo indefinido mi camino en soledad. Pero una soledad luminosa, con los colores del Sol. Un camino ya no regado de lágrimas, sino de la más dulce esperanza. 

Te llevo siempre en mi corazón. 

Tuya indefinidamente, 
Rosali.  

A Max (en tiempos de crisálida...)


19 de Junio de 2018.

Querido Max, 

El invierno se pone cada vez más frío y húmedo y mientras pasa, yo me pregunto con más frecuencia cómo lo estarás viviendo tú. Qué harás... si aprovechas, como yo, estos días para fundirte con el viento del camino, si las ráfagas de garúa despejan tu mente a la verdad como lo están haciendo conmigo.
Anoche volví a evocarte con la misma fuerza de la primera vez. Hablamos de tanto... y fue todo tan vivo, tan tangible en su irrealidad, que casi sentí el abrigo de tu presencia a mi lado.

Han pasado casi dos meses desde que mi tormenta comenzó. Dos meses que por instantes me parecieron una eternidad y que sin embargo, si me vuelvo para mirar hacia atrás sorprende por lo rápido que han pasado. He sobrevivido pese a que, al encontrarme en la partida de la carrera pensé que no podría atravesar los obstáculos. Pese a las lágrimas de más, a los kilos de menos, he llegado a este punto completa —casi completa— y me doy cuenta que (y quizá vaya a sonar a blasfemia) como Cristo, era necesario conocer lo que es el dolor para alcanzar la salvación. Para la transformación de mi existencia dormida. 
No sé si soy alguien mejor de quien fui, pero si algo he aprendido en este tiempo de prueba es que una fuerza grande, grandísima, vive dentro de mi. Desde siempre... desde que nací. Y esa fuerza, a veces del todo despabilada, a veces medio adormecida, ha sido la que me ha ayudado a llegar a donde estoy después de los abusos de la infancia, las humillaciones de la adolescencia, las decepciones de la juventud... ha sido esa fuerza la que me ha forjado y ha puesto en mi corazón ese anhelo de querer más, de ser más. No solo por mí, sino por los que amo, por los que aun no amo, por el mundo en general. Y si ese algo, o alguien, ha puesto esos anhelos en mi —y a pesar de que en los momentos más álgidos de mi dolor le había suplicado que me dejara ir a dormir para no despertarme jamás— debe haberlo hecho por alguna razón. ¡Y no solo eso! sino que además para demostrarme —si no con las palabras que yo tanto anhelaba escuchar— más bien con hechos que me acompañaba... me envío pequeñas señales, empujes, manos que me ayudaron a levantarme cuando el peso de mis angustias me doblaba las rodillas. 

Tú fuiste una de ellas... te convertiste en mi ángel desde que todo esto comenzó, incluso desde mucho antes que todo se derrumbara sobre mi cabeza. Fuiste mi apoyo en mis días de depresión más escabrosa, en mis horas más críticas de soledad. Tomaste mi mano y la seguridad de tenerte conmigo forjó la determinación que me faltó durante todos estos años. En realidad nunca estuve sola, de algún modo que no se cómo definir, ese algo te trajo a mí para darme la compañía que ni siquiera las presencias físicas de mi vida me supieron dar. Oh Max... sea que estemos juntos o no, conocerte ha transformado mi mundo por completo. Le diste a todo un sentido distinto. Aprendí a soltar cosas que no hacían mas que hacerme daño, me sacaste de la interminable espiral que por años me indujo a compararme con gente a la que nunca me he parecido ni he de parecerme nunca, a permitir ofensas de todo tipo bajo la insignia equivocada del amor. Pero ahora finalmente he entendido que, a pesar de todo lo malo que pueda ser nunca me debo conformar. Que valgo lo suficiente como para negarme a aceptar cosas a medias, mucho menos si se trata de mi valor como ser humano, de ser amado. Has sido el intermediario, el guía invisible que encaminó mis pasos hacia la meta. La luz de verdad que me condujo hacia la libertad. 
Entonces mi crisálida finalmente se ha consolidado. 
Estoy lista —casi lista— para abrir mis alas y convertirme en mariposa... 

Quizá también con esto tu misión se haya terminado y sea momento de librar a esa pequeña parte de tu alma de la engorrosa tarea de llevarme a cuestas pero, no quiero... mi esperanza se niega a dejarte marchar. Te quiero... te quiero en mi vida en sueño como en pesadilla. Te quiero en la luz tanto como en la oscuridad. Te quiero todavía sujeto a mis manos al dormir, aunque ahora mis noches no estén pobladas de fantasmas, lágrimas o dolor.
Te quiero en la desventura, como en las venturas que me queden por vivir. Te quiero permanentemente como mi guardián, mi ángel protector. 

¿Habrá de concederme el cielo tamaña petición? 


Te abrazo en mis pensamientos... con todo el corazón. 

Rosali. 

A Max, siempre.



11 de Junio de 2018.

Querido Max, 

Hoy me siento mal. No sé si por el clima, el estado actual de mi entorno o una combinación de ambos. El invierno me gusta, aunque no sé si me gusta tanto que sea invierno y además Junio.

Hoy pensaba en las diferencias irreconciliables entre personas. Personas que se quieren o en su momento se quisieron mucho y que ahora por dicha causa se ven en la obligación y/o necesidad de separarse. Pensaba en Pao y en Andrés, en mí y en Moisés. La manera que tiene cada uno de asimilar las cosas, las separaciones. Cuatro personas distintas, cuatro mundos completamente desiguales unos de otros. Yo he optado por aceptar nuestras diferencias e intento vivir con ello, aferrándome a mi fe todavía en pañales y abandonándome en los brazos de quien sé me acompaña... y me ha servido muchísimo. Pao ahogándose en sus miedos, buscando salir a flote, no encontrando todavía un modo del todo efectivo; extirpando a Andrés con dolor y definitivamente de su vida. A diferencia de Moisés y de mí que seguimos hablando como amigos, con la sinceridad como estandarte al menos por mi parte, no estando aun completamente segura de que sea lo correcto pero en fin... Andrés y Moisés no sé aunque, por lo que conozco de ambos creo intuir que Andrés está más cerca de pasárselo mal que Moisés.

¿Qué vamos a hacer de nuestras vidas? 
Yo lo único que sé es que, por más que la nostalgia me gane y a veces le añore, no quiero volver a ser como en el pasado. Quiero que esto me ayude a reforzar mis convicciones, mi amor por mí misma y a no dejarme aprovechar nunca más por nadie. Quiero amor completo y de verdad. Proyecto y pasión. Así eso implique que no sea Moisés con quien lo tenga y deba esperar mucho tiempo para hallarlo en alguien más. 
Quiero regresar al estado de fe, tranquilidad y confianza en que todo se solucionará, igual que anoche mientras conversaba de esto con Jesús. Supongo que solo así podré estar lo suficientemente fuerte y apta para ayudar a los demás sin derrumbarme en el intento... no sé si de otro modo sea lo bastante fuerte para conseguirlo. No lo sé. 
Seguramente tú me dirías que sí puedo, que soy capaz... y yo te creería. Tienes ese algo que puede impulsar a las personas a recuperar la fe en sí mismas aun cuando parezca que no quedan esperanzas. Ese, querido mio, es tu verdadero poder. 
Gracias al cielo mi ánimo ha mejorado bastante en el transcurso de las horas. 

Te abrazo en mis pensamientos. 

Tuya siempre, 

Rosali. 







A Max (indefinidamente...)


09 de Junio de 2018.

Max, 

Estoy asustada. Tengo miedo del mañana.
Mientras tengo planes en perspectiva las cosas parecen caminar bien, pero luego, por instantes, me golpean ramalazos de primitiva soledad, incertidumbre... y entonces el dolor que oprime se apodera del centro de mi pecho. 
Hay muchísimas cosas que he ido pensando en estos días: la esterilización de los gatitos, la posibilidad de la beca para una especialización en España en julio (¿te imaginas cómo cambiaría mi vida si se diera la oportunidad?), ¡y lo más cerca y más tangible!... mi próxima audición por una beca para estudiar teatro la próxima semana. Creo que, desde mis cuatro intentos por ingresar a la universidad, esta será la segunda vez que lucharé por algo que realmente he anhelado por tantos años. ¿Seré capaz de lograrlo? Si sucediera, si el caso se diera, me encantaría compartirte esa alegría... que lo celebraras conmigo. Que me abrazaras fuerte, me dieras un beso largo en la frente y luego me miraras con ese orgullo que sienten las personas ante un logro del ser amado.

Oh Max, dime por qué es tan difícil acabar con esta distancia entre nosotros; que no existan barreras y pudieras pensar en mí de la misma forma dulce, tan llena de esperanza y reconfortante para el corazón en la que yo pienso en ti. ¿Quizá por que el tuyo ya se encuentra rebosante de un amor más grande?
Ahora que el miedo y el dolor amenazan con cernirse nuevamente sobre mi cabeza yo invoco tu nombre como un conjuro de protección. Te tengo siempre en mi mente, te ruego en el silencio de mis pensamientos "acompáñame, quédate conmigo". Ojalá supieras de todos estos sentimientos, de que no demasiado lejos de donde te encuentras alguien te quiere, te piensa, te espera... que anhela el milagro del momento en que nuestras existencias converjan. El día que aquello suceda todo será bendito: Bendito Dios, bendita la existencia... bendita mi vida entera. 
Escribirte me llena de un valor que no te puedes ni imaginar, cariño de mi corazón. 

Tuya una vez más, 

Rosali. 







A Max (una vez más...)



07 de Junio de 2018. 

Max,

Hoy todo se encuentra en un estado de extraña calma, como en suspensión... incluso mis temores.

Es como si quisiera estar preocupada por alguna razón pero algo me lo impide. ¿No es irónico? Debe ser que de cierta forma mi cuerpo estuvo acostumbrado, en este último mes,  a estar siempre en guardia, en un estado de angustia constante y ahora que tengo la oportunidad de estar en calma me resulta extraño.
Los días ahora son fríos y sin Sol, perfectos para caminar. Exactamente lo que estuve esperando por casi un año. Ojalá uno de estos días, cuando el trabajo me de tregua, pudiera hacerlo... llevarte conmigo. Y mientras pienso, mantener una charla imaginaria y escuchar en el eco del viento el sonido de tu voz. Ojalá pudiera verte sonreír. Todo sería mucho más fácil de lo que es ahora, yo sería más feliz.
¿Pasará algún día? Me gustaría tener el poder de cambiar las cosas o ver lo que sucederá
en el futuro. Saber si tú estarás en él... no sé si me atrevería a confesarte que te he llevado conmigo todo este tiempo, pero si tienes la intuición de sospechar, si realmente es cierto eso de si piensas demasiado en alguien ese alguien termina por escucharte entonces seguro lo adivinarías. Quien sabe y sea por eso que te encuentras lejos de mí ahora, seguro tal intensidad de sentimientos hacia tu persona venido de alguien que apenas conociste te asusta. En fin... espero poder coincidir contigo de nuevo muy pronto, en cualquier lugar. Estoy preparada para ese momento.

Te quiere siempre,


Rosali. 

A Max (2da carta)


01 de Junio de 2018
Querido mío,

Me gustaría saber cuáles son los lugares que frecuentas. A dónde vas cuando no te encuentras en casa, estudiando en la universidad o de pastoral en alguna parroquia. Cuál o cuáles son tus lugares favoritos para pasar un tiempo en soledad, para desconectar por unas horas de quien eres y dedicarte exclusivamente a pasatiempos que te hagan feliz... quizá leer un libro o escuchar música.
¿Cuál es tu santuario? ¿en qué lugar en la inmensidad de la ciudad se encuentra escondido?
Aunque muchas veces he tratado de barajar posibilidades, probar si el destino o la casualidad me bendecían con una coincidencia no ha llegado a suceder, no he conseguido dar con tu refugio. ¿Será que lo tienes? quizá no tienes ninguno y yo solo me imagino que así es. Quizá tu refugio es tu casa, tu filosofado. Y te pasas los tiempos muertos allí leyendo en tu habitación, en la biblioteca o la sala de estar; quizá te distraes de la rutina en la cocina, experimentando con la preparación algún postre. Solo esa imagen de ti, con las manos cubiertas de masa de dulce o harina me hacen sonreír.

Ahora que es invierno, que el frío y la humedad azotan inclementes en las calles, me gustaría compartir tus pasatiempos, hacerte compañía... estar contigo. Hablar de todo y de nada a la vez, escuchar el sonido de tu risa, plantearte alguna idea compleja de la que luego podamos comenzar un debate y así dejar que pase el tiempo... el invierno. Un trozo de mi vida contigo.
Oh Max, lo que no daría yo por compartir aunque sea a retazos momentos robados al tiempo de tu día a día, por convertirme al menos en un trozo minúsculo importante de tu vida. Me haces tanta falta en este invierno, en esta soledad. Esta soledad que ahora y de forma progresiva se ha ido secando de lágrimas y ha entrado en un estado de suspensión; de extraña consciencia de aceptación.
¿Es esto comenzar el proceso de curación?
¿Este es el comienzo de mi crisálida para abrir las alas en el futuro como una triunfante mariposa y por fin liberarme del dolor?

Ojalá estuvieras aquí para decirme que camino por el sendero correcto. 
Ojalá todo lo bueno este por venir.

Tuya una vez más,
Rosali. 

A Max


30 de mayo de 2018.

Querido mío, 

He vuelto a la realidad una vez más.
Al trabajo, al octavo piso de la biblioteca... a este frío que se le cala a uno en lo más profundo de los huesos, y si no fuera por el estado de ánimo tan feo en el que me encuentro me encantaría salir a caminar. Caminar infinitamente. Dejar que el frío se cuele a través de mi ropa y sonreír. 

¿Sabes? Caigo en la cuenta de lo mucho que me gustaría verte atravesar aquella puerta, escuchar tu voz... verte sonreír. Contarte lo despanzurrada que me he sentido y que me digas que todo mejorará, que solo tengo que tener fuerza y paciencia. De todas las personas del mundo sé que eres el único que me comprendería, que sabría de esta extraña sensación de soledad que lo ha abarcado todo, que se ha apoderado de todo... mi querido, yo daría cualquier cosa por que tú me oyeras en este instante, que respondieras a mi súplica callada y nocturna y vinieras a darme el consuelo que necesito. 
¿Por qué me ha tocado a mí enfrentar una prueba como esta? ¿Lo sabes tú? ¿Quizá encontrándote más cerca de Dios podrías obtener una respuesta? Lo único que yo entiendo ahora es que he perdido el sentido de la vida, que no hay instante durante el día en que no piense en acabar con todo así, de improvisto y sin pensar demasiado en las consecuencias, de una vez por todas. Si hay algo que me mantiene a flote es pensar en ti y en nuestra vida inventada, nuestro refugio imaginario. 
Ojalá al menos pudiera compartir una parte de todo esto contigo: Una sala de estar cálida en el frío, de luces tenues, un sillón grande y mullido donde pudiera recostar mi cabeza atormentada sobre tus piernas mientras tú alternas tus dedos entre las páginas de nuestro libro favorito y las hebras de mi cabello ahora tan corto y te quedas más de lo necesario en ese punto de mis sienes donde sabes se acumula mi estrés y luego, viendo mis ojos casi cerrados vuelves a susurrarme con tu voz de ángel "todo va a estar bien tesoro, vamos a salir de esto juntos. No estás sola." sin importarte que la temperatura de mis lágrimas cansadas atraviesen el algodón de tus pantalones y te quemen en la piel ardientes, angustiadas y a la vez enormemente aliviadas; y no intentas besarme por que sabes que basta con tus palabras hilando mi historia favorita para calmar a mis demonios. 

Tú lo sabes Max, lo sabes por que esa parte que sin que sepas te ha abandonado vive a mi lado desde hace mucho tiempo, y me ha acompañado a través de carreteras y montañas hasta mi viaje infinito regado de lágrimas; y has apretado mi mano entre las tuyas como el médico reconfortando a su paciente desahuciado en sus últimos momentos. En mis noches más angustiosas me has velado hasta que el llanto me ha rendido y el dolor quedaba suspendido por profundo sueño. Ahí has estado tú, impulsándome a ser fuerte y a contener las lágrimas en los momentos en que caminaba por las calles rodeada de desconocidos, tan sola y vulnerable, expuesta a tantos peligros. Estuviste cuando con los ojos velados de lágrimas se abrió furiosa la esperanza en el centro de mi pecho desgarrado aquella tarde en las alturas, cuando terminada la lluvia un triunfante doble arcoiris reinó sobre el paisaje con todo su poder, sobre ese cielo y esa naturaleza tan puras como tus ojos, adorado mío. 
Ahí estuviste. Siempre estuviste. 

Y ahora, con el clima y mi vida gris, mientras la realidad amenaza con aplastarme por vez enésima acompáñame, no me abandones... sigue siendo mi guía invisible. Por favor, continúa caminando conmigo para siempre, asido a mi mano cansada con la misma fuerza de antes. 

Tuya ayer, hoy y para siempre,
Rosali. 



Estrella Polar


Jamás me he sentido tan sola y perdida como en estos días; y aunque no encuentro a mi alrededor nada más que caos, tu recuerdo se ha convertido en mi estrella Polar. 

Mi refugio, 
la salida más efectiva en estos tiempos de dolor. 

Luz en la oscuridad,  
paz en los instantes en los que mis miedos más primarios han emergido para atormentarme con saña y sin compasión. 
En que la angustia se me ha vuelto insoportable; en que el miedo ha engullido por completo mi escasa calma.
 Ahora que soy tierra arrasada y valdía embebida de sangre y lágrimas, con sus demonios sueltos y triunfantes moviéndose al compás de una danza desenfrenada de traición por cada rincón de mi alma vacía, extenuada…  sombría, aguantando el tipo cada día mientras mi interior es un manojo de nervios; un pájaro enjaulado que se ha desgarrado la garganta a fuerza de clamar su liberacion.

Aunque de momento no encuentro tregua ni solución… tú eres equilibrio en esta etapa de desolación. 

Aniversario


Hace un año. 

Ha pasado un año desde que —como mecanismo de salvación para mi alma angustiada por el desempleo y por cortesía de una gran amiga—; incursionara sin imaginarlo por segunda vez en mi vida en el mundo de un seminario.
De pisar un espacio trillado en la imaginación y a la vez tan cerrado para los pasos mundanos; de primera planta silenciosa de lunes a viernes. Bulliciosa de pasos, voces, música, escobas y ajetreos de limpieza los sábados. De la pequeña biblioteca de calor sofocante en las primeras horas y brisas frescas pasadas las últimas horas de la tarde. De puertas de vidrio y jardín dominado por una higuera.
De curiosas plantas colgantes y cocina inmaculada, de suaves plegarias en voces masculinas acompañadas de cuerdas de guitarra que todo lo llenaban... y a cuyos cánticos a veces mi oxidada voz se unía, recordando su pasado de creyente caída en desgracia.
Un año desde sus comidas saludables y su paz, del sofocante calor y el aroma almizclado del jabón de baño; sus esporádicos postres de cortesía al caer la noche. Las salidas a las volandas para las clases de flamenco dos noches a la semana. La angustia de ser testigo de cómo los ahorros de la cuenta bancaria se iban agotando conforme avanzaban los días.
La triste y dulce certeza de ser, aunque libre, desempleada.

Hoy. 

Sentada en el escritorio de un espacio, una biblioteca diferente; con la tranquilidad placebo que da al alma el saberse en un empleo seguro; rememoro aquellos tiempos agitados de hace un año y siento una dolorosa calidez apoderarse de mi ser; sin duda pensando en el hecho que aunque quiera ignorarlo, el tiempo sigue pasando para personas y lugares indiferente a mi presencia o ausencia en ellos... de si el lugar donde ahora me encuentro me hace feliz.
El tiempo no es clemente con las personas convencionales —puede que como tú al igual que yo—. Lo que prima es el sustento, el salario que día a día pagará las cuentas, dará de comer a la familia. No importa si aquello es lo que deseabas cuando, siendo todavía niño, mirabas con ilusión a las personas mayores caminar por las calles vestidas para el trabajo (indiferentes con su atareo a las pequeñas cosas de la vida) deseando algún día ser como ellos.

Al tiempo no le importa lo que soy o lo que fui. Y en esta tarde —como en las tardes de mañana y hoy.. de hace un año— comprendiendo su silenciosa exigencia, sé que debo moverme a su ritmo sin pensar demasiado en el pasado.

Y como el tiempo también es vidente; solo él ha de saber si he de lograrlo.











Punto y Coma

Se experimenta una sensación extraña —como de angustia— cuando una o muchas situaciones hacen que te cuestiones la razón de tu existencia en la Tierra. Crees que estás encaminado, que todo va viento en popa y de repente el castillo de naipes se derrumba sobre ti y entonces todo pierde razón de ser. Hasta el simple hecho de respirar. 
Pocos lo supieron, pero ahora —esta noche de proceso de fin de tormenta— espero quizá con mi testimonio servir de inspiración a alguien. 
Por más feos que se tornen los colores, somos dueños de nuestro propio destino. Si quieres acabar con todo, piensa en el impacto que tal decisión tendrá no solo en tu vida. Si decides pensar "a la mierda, el dolor no es más fuerte que yo" entonces sigue... Aunque caigas. Aunque tengas que limpiarte las rodillas una y otra vez de polvo y de sangre... Sigue. 

Podemos decidir poner fin, arrepentirnos y continuar.

No estás solo (aunque a veces sea imposible no sentirlo). No estamos solos.
Nunca lo estamos.


Si estuvieras...



Si recuperara mi capacidad para soñar, construiría un mundo a nuestra medida. 
Una vida llena de abrazos, caricias… una existencia tranquila donde pudiésemos ser nosotros mismos: 
Tú con tu afición a los postres y la filosofía; 
yo con mi locura por las novelas y mi obsesión por las fantasías. 
Un espacio perfecto en que pudieras ser enteramente tú y yo pudiera amar cada parte de lo que eres.

Crearía a pulso de letras una historia para nosotros, 
te leería mis libros favoritos y tú me adorarías con esos ojos tuyos tan dulces como el chocolate mientras 
deslizas una y otra vez tus largos dedos entre las olas de mi cabello suelto. 
Vivirías conmigo la noche y el día. 
Compartiría tus alegrías y decepciones, 
grabaría a fuego en mi alma cada episodio de tu vida.  
Conocerías de mis esperanzas y mis miedos más profundos. 

Memorizaría cada detalle de ti: 
la manera en la que frunces el ceño cuando estás concentrado, 
el contorno de tus labios y la textura de tus manos; 
o esa marca de nacimiento que crees que te hace imperfecto,  
aunque para mí sea el milagro más perfecto.

Si la vida fuera un sueño y yo pudiera hacer mis sueños realidad, 
entretejería tu vida en cada hebra de la mía para quedarnos enredados…  
demasiado liados para intentar separarnos jamás.