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Cambiar el mundo


No sé de qué modo, ni idea de por dónde empezar, pero me gustaría cambiar el mundo.


Estoy cansada de la injusticia del sistema. De presenciar el servilismo idolátrico con el que las clases menores se postran ante las mayores una y mil veces, siempre a sus pies, como si aquellos estuvieran hechos de algo diferente a hueso, carne y sangre.

Estoy cansada de ver como sí hay poder suficiente para hacer el cambio. Recursos suficientes. Pero aquellos en cuyas manos se encuentra el poder de hacer buen uso de los mismos en pro del beneficio colectivo eligen mantenerlo tal y como está por conveniencia a sus intereses.
¿Qué mejor que una sociedad idiotizada en lugar de una que tiene el poder de pensar?

Ver el público desacuerdo de las masas fosilizado bajo una costra de cansancio por que no se tiene otra alternativa. No se puede vivir amotinado eternamente y la vida tiene que volver a su curso normal. Hay que trabajar —porque si no se trabaja no se come—, reconciliar los desacuerdos con la vida diaria y encontrarle el lado amable porque no hay otra opción. ¿Qué más da? El mundo es bonito aunque se esté despedazando como un cuerpo con lepra. Los feos somos nosotros. No importan los hilos manipulados por las élites que lo sacrifican a cambio de construir sus riquezas piedra por piedra con la sangre y las lágrimas de la gente de a pie. No importa, aun se nos puede exprimir un poco más.

Duele —en el alma, en cada latido del corazón— tener tanto por hacer y no tener los medios o el poder de ser escuchado a gran escala. Sin embargo, hay instantes en que creo haber encontrado la forma. Y quiero salir y gritar ¡Eureka!, pero llegado el momento de aplicar me doy cuenta de mi tinte idealista y entonces me encuentro como en el principio y todo se torna descorazonador una vez más.

¿Cómo yo —una pequeña nada en medio de la inmensidad—puede cambiar el mundo? ¿Cómo encausar lo incausable hacia un horizonte mejor?
¿Qué hacer?

Sigo sin saberlo, pero rezo por el día en que mi ¡Eureka! pueda cambiar vidas, encontrar una salida... su propia liberación aunque el precio sea desangrarme en el proceso.

Rezo. Todavía sueño.



(*Sé que hay personas que desde su rincón están logrando aquello con lo que yo todavía sueño, cambiando el mundo así sea a pocos kilómetros a la redonda. Y aunque pueda sonar a contradicción a ellos dedico este post, unido a mi deseo —como el respiro que se toma antes de emprender la más grande de las batallas— de poder unírmeles algún día.)