Amor... ¿súbito?
.jpg)
¿Alguna vez escuchaste hablar del amor súbito?... o
mejor aún, ¿quizá en algún instante de tu vida fuiste la “feliz víctima” de esta…
enfermedad?
En mi intento por encontrar información, encontré unos
fragmentos bastante interesantes a propósito del tema en el libro de Elizabeth
Gilbert, "Comprometida".
El amor súbito
Lo malo es que todos estamos dominados por
el deseo; es la marca de nuestra existencia y puede destrozar la vida propia y
ajena. En el más célebre de todos los tratados sobre el deseo, El Banquete,
Platón describe una famosa cena en la que el dramaturgo Aristófanes explica el
origen y la importancia de los deseos latentes, que nos pueden llevar a
relaciones insatisfechas, incluso destructivas.
Hace mucho tiempo, dice Aristófanes, en los
cielos había dioses, en la tierra había hombre y mujeres, pero no tenían el
aspecto que tenemos nosotros hoy. Cada persona tenía dos cabezas, cuatro
piernas y cuatro brazos, es decir, la amalgama perfecta de dos personas
fusionadas en un solo ser. Veníamos con tres variaciones de género o tres
patrones sexuales distintos: modelo masculino/femenino, modelo
masculino/masculino y modelo femenino/femenino, dependiendo de los gustos de
cada criatura. Como todos llevábamos a la pareja perfecta entretejida en el
organismo, todos éramos felices. Pues sí, una plétora de criaturas con dos
cabezas y ocho miembros, absolutamente felices, que deambulaban por la tierra
un poco como se deslizan los planetas por el espacio: ensimismados pero
serenos. No nos faltaba nada; teníamos todas las necesidades cubiertas, nadie
deseaba a nadie.
Pero éramos tan completos que caíamos en la
arrogancia. Por orgullo, menospreciamos el culto de los dioses. Entonces el
todopoderoso Zeus nos castigó cortando en dos a todos los seres perfectamente
felices con sus dos cabezas y ocho miembros, creando un mundo de criaturas
tullidas y miserables con una sola cabeza, dos brazos y dos piernas. En ese
momento de amputación multitudinaria, Zeus nos impuso la más dolorosa de las
condiciones humanas: esa sensación constante de que no somos completos. A
partir de ese momento, todos los seres humanos nacerían con la tacha de
sentirse incompletos, porque les falta la mitad perdida que aman más que a sí
mismos y que está en alguna parte del universo encarnada en una persona.
También naceríamos convencidos de que sólo emprendiendo una búsqueda implacable
llegaríamos, quizá, a encontrar nuestra otra mitad, nuestra alma gemela. Sólo
mediante la unión con la otra parte lograríamos completar nuestra forma
original, dejando de sentirnos solos para siempre.
Esa es precisamente la gran fantasía del
amor: que un buen día, sin que se sepa muy bien cómo, uno más uno sumarían uno.
A veces creemos haber hallado a nuestra otra
mitad, pero es probable que se trate de alguien a la caza de su otra mitad,
alguien convencido de haber encontrado en nosotros su propia compleción.
El amor súbito me mata
Como no nos quitamos de encima la sensación
de abandono, nos pasamos la vida enamorándonos de la persona equivocada, en
busca de la unión perfecta. A veces creemos haber hallado a nuestra otra mitad,
pero es probable que se trate de alguien a la caza de su otra mitad, alguien
convencido de haber encontrado en nosotros su propia compleción.
Así empieza el amor súbito. Y ese tipo de
amor es la derivación más peligrosa del deseo. El amor súbito produce lo que
los psicólogos llaman "pensamiento intruso": el célebre estado
distraído que impide pensar en todo lo que no sea el objeto de la obsesión.
Cuando llega ese amor primario, todo lo demás -trabajo, relaciones,
responsabilidades, alimentación, sueño, obligaciones- queda en un segundo plano
mientras alimentamos nuestras fantasías sobre el ser querido, a menudo
reiterativas, incontroladas y omnipresentes. Este tipo de enamoramiento -o
encaprichamiento- altera la química cerebral, como si te estuvieras atiborrando
de opiáceos y estimulantes. Como no nos quitamos de encima la sensación de
abandono, nos pasamos la vida enamorándonos de la persona equivocada, en busca
de la unión perfecta.
El escáner de un cerebro enamorado muestra los mismos altibajos de humor que un cerebro cocainómano, algo no tan sorprendente, porque el amor primario es una adicción que produce efectos visibles en la mente.
El escáner de un cerebro enamorado muestra los mismos altibajos de humor que un cerebro cocainómano, algo no tan sorprendente, porque el amor primario es una adicción que produce efectos visibles en la mente.
Suena interesante,
sin embargo estas explicaciones no me dejan convencida, y son similares en poco
o casi nada a la definición que mi buena amiga y yo nos formamos aquella noche,
en las escalinatas a los pies de la Catedral...
Según los
diccionarios, la palabra súbito hace referencia a “algo” que se produce de pronto o
sin preparación o aviso.
Sumándole
a esto la palabra “amor”, entonces nuestra teoría tiene mucho más sentido…
Para nosotras, el
amor súbito es como una especie de… ¡flechazo!. Algo que podría pasarte en
cualquier momento y en cualquier circunstancia de tu vida sentimental; sin
haberlo planeado y sin siquiera imaginar, quizá en un primer momento, que has
sido atacado(a) por él.
“Te había visto mucho antes, sabia tu nombre, quién eras por una que
otra referencia, hablamos quizá un par de veces… pero de un momento a otro, y
aun cuando en mi corazón existía otra persona, sentí que te quería sin medida,
sin que lo supieras y sin que yo lo entendiera, sin razón aparente; simplemente
te metiste en cada uno de mis poros… y viviste en mí, en cada cosa que hacia …
y al hablar contigo -estando tan cerca de ti aunque estuvieses tan lejos- podía
adivinar cada uno de tus gestos, los instantes en que mis ocurrencias te
robaban una sonrisa.. Y una parte de mí era como la niña feliz que sentía mariposas
en el estómago al sentir esas primeras punzadas de una nueva ilusión, del amor
primero… de la inocencia de solo querer verte, aunque solo fuera en medio de la
noche, entre sueño y sueño de madrugada. Te quise, te quiero… y no sé por
cuanto más te querré. Es algo que ni yo misma consigo explicarme”
Lo curioso es que,
finalmente, ambas tuvimos que aceptar que, más de una vez, hemos sido atacadas
por el “virus” del amor súbito. Puedes amar a alguien, realmente lo puedes amar,
pero la faceta “salvaje” o demasiado romántica de tu razón te dice que aun así
no está mal que quieras a alguien más, así sea solo para idealizar, soñar,
crear en la imaginación un paraíso de fantasía con esa persona.. ese sujeto
que encendió en alguna parte de tu subconsciente ese loco amor…
¿Estás de acuerdo conmigo en esto?
Mi razón
-y nuestra interminable conversación- terminaron por convencernos de que puede
que sea así.
Comentarios
Publicar un comentario