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Dos años...




De algún modo que no sé explicarme, sé que una parte pequeña de mí vive todavía 
en algún rincón de tu memoria.

Querido, querido mío, sé que de vez en cuando piensas en mí del mismo modo 
en que yo te he pensado en este extraño domingo de soledad e invierno 
—casi invierno—. 
Dulce es recordar el paraíso en los ojos del objeto de tus pensamientos 
y la promesa de eternidad aguardándote en sus labios.

¿Cuál es la causa de que hayas regresado tan vivo a mi mente? 
Ha de ser por el frío… ha de ser por esta sensación de lánguida soledad.

Ven y camina conmigo los pasos desandados. 
Regresemos al lugar de la primera despedida y abracémonos por largo rato, 
no dejes ésta vez que el miedo o la precaución me hagan soltarte de manera tan cruel. 
Vuelve y camina conmigo esa cuadra de más.

Regresa y déjame experimentar el encuentro de nuestros labios en aquel beso que no se consumó.
Deja que fantasía y realidad se mezclen en un instante
y cambiemos el rumbo de nuestra historia, 
que nuestros senderos vuelvan a bifurcarse y a ver qué nos trae la vida.

Regresa sólo por esta noche, entre el frío y la lluvia, 
y dejemos luego nuestros recuerdos descansar.
Yo de ti, tú de mí. 
Por hoy, por mañana, quizá por siempre.

Mira qué rápido se pasa la vida. 
Ya casi son dos años… y estás aquí tan vivo como la primera vez.

Café



Sus labios sabían a café.

Siempre que le besaba,
que nuestros cuerpos se encontraban
—a escondidas. Robándole instantes furtivos a las horas de oficina—,
en la austeridad de paredes metálicas
frías como mis manos a su contacto,
su aliento tibio con aroma de café le devolvía el sentido
a mi existencia extraviada en el laberinto de horarios,
esquelas y planillas;
de libros contables olorosos a papel pasado.

En esta tarde de déjà vu,
sus besos del sabor del café han regresado intempestivos,
tan diferentes e indiferentes a mis sentimientos,
a lo que fuimos, 
a mis anhelos del pasado
—yo le anhelaba a él… él anhelaba a alguien más—.

En el invierno naciente una década después,
con el vapor ascendiendo del hervidor 
y la taza paciente esperando la segunda ronda de café,
entre papeles diferentes e inventarios en Excel,
mi recuerdo trae al presente sus besos…
su aliento oloroso a dulce café pasado.

Ausente de sentimientos.
Sin resentimientos.

Irrupción de fantasía en horario de oficina.
Invasión a la realidad.