Buscar en este blog

Te perdono




Te perdono.

Te perdono por no haberme planeado, por pedir que me mataran para no tener que hacerte cargo de mi. Te perdono por haberme violado, por robarme la inocencia aun cuando no tuve consciencia de haberla perdido hasta mucho después. Te perdono por haberme abandonado. Por los años de sometimiento y pobreza, de dolor… por el hambre y la humillación.

Te perdono por haberme menospreciado por ser pobre, mal vestida, por mis manos y cabello seco a punta de detergente, por no tener el sol diario para el sándwich de pollo de los recreos; por gastarme el cerebro, las ganas y los ojos mañana y tarde… por usar mi inteligencia cual moneda de cambio.  Por los insultos calladitos, las ofensas solapadas. Por habernos convertido en tus siervas por años a cambio del favor de salvarnos.

Te perdono por haber usurpado mi vida a cambio de tu sacrificio.  Por haber esperado tanto de mi. Por poner sobre mis hombros la responsabilidad de negociar responsabilidades domésticas que no me correspondían. Te perdono por repetirme implícitamente que todo sacrificio sigue siendo insuficiente.

Te perdono por haberme usurpado el primer beso de mi vida con el único afán de paliar tu abstinencia carnal, sin quererme...; por haberme arrancado de cuajo la confianza en los que como tú, compartían tu estilo de vida.

Te perdono por los años de amor a escondidas, por sembrar en mi pecho la semilla primigenia de la paranoia. Por hacerme creer —tonta inocente— que tu amor sobreviviría al límite de mi intimidad.

Te perdono por hacerme creer que no serviría para más que un saciarse eventual. Que nadie me querría para el futuro; que no era suficiente, que mis traumas repelerían cualquier intento de amarme en serio.

Te perdono por un lustro de amor insano, de angustias y ofensas. Por haberme exprimido la tranquilidad y el dinero, por procastinarme con tu procastinación. Por conseguir que me conformara con tan poco, por haberme negado… por ser el autor del desengaño más grande de mi vida. Te perdono por haberme destrozado cual cristal impactando contra la superficie impenetrable de tus mentiras. 

Te perdono por haber hecho propicia la atmósfera para apuñalarme por la espalda. Por tu insana manía de ver un “pero” en cada buena idea que no salía de ti. Te perdono por usar mi vulnerabilidad como arma para destrozarme la vida… te perdono por tu maldad, por tu envidia; por no aspirar más allá de aquello que yo tenía y tú querías.

Te perdono por haberme ilusionado en vano; por haberme convencido —sin palabras— que podías quererme, que nos salvaríamos el uno al otro de nuestros demonios. Por trastocar mi sueño individual de recorrer el mundo y hacerlo también tuyo, por dejarme pensar en un nosotros que no se cumpliría jamás.  Por hacerme soñar con París y Viena, con alguna callecita empedrada del viejo continente en tu compañía. 
Que podríamos empezar de cero, lejos de esta realidad… por haberte hecho parte de mi día a día para luego traicionarme. Por pensar solo en tu salvación; por no tenderme tu mano —como yo te extendí tantas veces la mía—,  a la primera prueba de lealtad.

Te perdono por haberme robado la confianza, por 18 meses de energía mal invertida… te perdono por haberme arrebatado, por tu causa, las cosas que le daban sentido a mi vida.

Te perdono pasado. Presente. Te perdono y me perdono por haberme dejado engañar. Por haberme bloqueado por amor, confianza, necesidad y no confiar en mi intuición.


Me perdono y perdonando 
ligera: cual cáliz vacío ansioso de apurarse en una fuente más limpia—, 
me prometo volver a empezar.   





11:11




¡Hola, querido!

Cuéntame:
¿Cómo vives tu vida ahora que tu incondicional no se encuentra cerca para hacerte compañía, para prestarte sus oídos —sus cinco sentidos— cuando el resumen del día sale de tus labios agobiados?

¿Qué se siente saber que —aunque a fuerza— ella consiguió seguir su camino aunque tus pasos no se acompasaran más al ruido seco de sus pequeños zapatos de tacón?

¿Te golpea intempestiva la nostalgia? ¿Me añoras tanto como yo te añoro cuando, con la muerte del día, muere también tu careta y pesa la soledad?

¡Lo ignoro! Y aunque antes me habría gustado entrar en tu cabeza, penetrar en tus pensamientos y verme a través de tus ojos, ahora no estoy segura de querer hacerlo, Aunque mi deseo de ti sigue siendo más grande que todo razonamiento lógico en mi, sé que estoy mejor sin ti. Sin quererte… sin tu proximidad.

¡El cronómetro ha empezado ya la cuenta regresiva!

Y yo encuentro propicio este momento para confesarte que todavía eres eso en lo que pienso cuando el reloj marca las 11:11 y mi subconsciente susurra “pide un deseo...”.