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A Max: Invierno...




Querido Max, 

Mi corazón rebosa de amor esta noche… Por ti. 

Tu recuerdo ha llegado para hacerme compañía en esta noche de invierno en que tantas cosas se vuelven claras para mí; entre ellas, la certeza de mi soledad. La extraña certeza de que no cuento más que conmigo misma para los momentos de las decisiones importantes.

Hay presión por todos los flancos. Siento que, de un modo u otro, todos tiran de mí: para ser la hija, la hermana, la amiga, la mujer que todos esperan. Y quizá, solo quizá, en ese tira y afloja no consigo ser ninguna de esas cosas… no consigo ser lo que las personas esperan de mí. Y entonces me siento como en suspensión, y no quiero para mí nada más allá del dulce descanso del sueño eterno, de cerrar los ojos y extinguirme, de no estar más. Y mi mente, en esos momentos de angustia, se aferra a los recuerdos felices como a su único artilugio de salvación y de entre un mar de ellos emerges tú...

Oh Max, eres el recuerdo más puro, el más limpio en medio de tanto caos. Descanso para este cuerpo estragado de tanto y tanto dolor, la cura a mi constante desilusión. Vienes a rescatarme del dolor, de la presión que el mundo ejerce sobre mis hombros contracturados... tan cansados. Apareces tú y me liberas; y yo le ruego una vez más al cielo que te traiga a mí, a mi realidad; para que Dios en su misericordia me conceda algo que no merezco: tu vida, tu alma… tu amor por siempre.  

Sé que es imposible, amor mío, yo lo sé. Pero aun sabiéndolo, me niego a perder la esperanza y lo vuelvo a intentar, una y otra vez. Quizá, algún día, por cansancio, a fuerza de escuchar de mis labios la misma plegaria me conceda por fin el regalo tan preciado. 

Hoy, mientras caminaba entre el viento frío te imaginé en mis brazos, entre el amarillo cálido de las luces de nuestra casa compartida. Te imaginé diciéndome que eras real, que este momento era real. Que estabas orgulloso de saberte mío y que nunca me dejarías. Que nos habíamos escogido por amor y que así siempre sería. Y fue tan dulce, tan feliz… ya puedo ir a casa y cerrar este extraño día con ese recuerdo. 

Estás siempre en mi corazón. 
No te olvido. 







Sinastría



Querido Elvis,

Esta tarde todo ha conspirado para que te escriba. Absolutamente todo: el clima, los recuerdos… ¡incluso la música! ¿Recuerdas aquella que, alguna vez te dije sería nuestra canción? ¡Sonó en la radio justo en el instante en que me debatía en escribirte! Y aquí estoy, escribiéndote. No sé si a tu yo del presente o a tu recuerdo… aquel dulce recuerdo que yo atesoro entre mis posesiones más preciadas.

Hago esto para matar el deseo creciente que desde hace unos meses me ha poseído, haciendo que me pregunte si no debería volver a buscarte, encontrarte y recuperar algo de lo que significamos el uno para el otro. Si aún puedes ser el ingrediente que me falta para darle un sabor nuevo, alguno que despierte mi hambre desenfrenada por vivir. Probablemente no lo seas… lo más seguro es que no. Éstas son solo ansias por recuperar aunque sea algo de todo lo que en algún instante consideré como una certeza, un hogar, un lugar seguro al cual regresar cuando todo se disolvía a mi alrededor… cuando todo era tan inestable, efímero. Durante mis años de juventud tuve muchas incertidumbres, pero tú siempre fuiste mi constante. Mis sentimientos por ti siempre fueron mi brújula, mi certeza.

Mi ilusión de la adolescencia, mi pasión de escritora y también de mujer. Fuiste siempre una fuente de inspiración infinita; la razón real detrás de mis primeras letras, y lo más excitante era que yo era lo mismo para ti. Tu amabas y admirabas lo que yo era... lo que sigo siendo. Fuiste un amor único, de esa clase tan rara y excepcional; uno de esos que desearía para todos en un gesto de magnanimidad.... ojalá todos en algún instante pudieran haber vivido un sentimiento como el que tú inspiraste en mí, haber tenido un alguien que hiciera el papel del amor de su vida. A veces me pregunto que hubiera sido de nuestras vidas si el destino hubiera sido menos caprichoso y más complaciente, dejando que nuestros caminos se cruzaran en momentos decisivos. 
¿Qué hubiera sido de nosotros?

He de confesarte que, cuando pasé por aquel horrible engaño hace más de un año y mi últimamente estrepitoso fracaso en el terreno del amor, con el transcurrir de los días, cuando se fue el dolor, la decepción y llegó el período de calma, me llegué a preguntar en más de una ocasión si mi vida no habría sido distinta de haber sido tú la materialización física de mi amor ideal. ¿Cómo habríamos sido? Quizá, solo quizá, fuera yo la mamá de tus hijos, quizá te habría convencido de que viajar por el mundo era mucho más excitante que una vida de familia convencional, con una casa en un barrio promedio, llena de hijos; quizá habría logrado sacarte de esa detestable procastinación en la que te vi la última vez, esa rutina en la que la vida te envolvió hasta convertirte en ese ser soso y conforme, apagando irreversiblemente ese fuego que yo amé en ti a los 15,16, 17, 18, 19, 20… ¿Habrías sido otro estando conmigo? Puede que yo hubiese hecho de ti un hombre mejor, un héroe a mi medida. Te habría contagiado mi ambición, mi hambre por el mundo y la gloria… mi sed de eternidad.

Una vez fuimos sol y luna, dos soledades que se buscaban entre los laberintos del tiempo aun sabiendo que estaban destinadas a no ser nunca. Hoy sigo siendo luna… y sospecho que en alguna grieta recóndita aún existe en ti ese sol invencible. Ojala la vida no fuera como es y pudieras recuperar para mí esa luz, tu calor… ese fuego que consumía todo de mí.

Hace unos días hubo un eclipse, un encuentro fortuito entre la luna y el sol, y como ahora veo señales en todo lo que sucede, espero que ese excepcional acontecimiento te traiga de nuevo a mí; que sea la premonición de que estás cerca… muy cerca, y que pronto sucederá la bifurcación de nuestros mundos. Nuestros caminos juntos una vez más.

Prometo ser más paciente esta vez.









Diario



A veces resulta tan fácil perder la noción del tiempo y de las cosas. Y no precisamente por estar viviendo algún acontecimiento feliz; a veces puede suceder sin más… sin ninguna explicación.

Por extraño que parezca, apenas hace un momento, mientras me ocupaba de las tareas cotidianas de oficina, caí en la cuenta de que la muestra de flamenco, la siempre esperada muestra de flamenco es este fin de semana; por lo que sin duda ésta será una semana ajetreada, llena de planes y preparativos para el día importante, con más práctica de la habitual. Pero a diferencia, por ejemplo, del año pasado, esta vez sólo seremos mi familia y yo. No habrán amigos, no habrá un enamorado. Solo nosotros. Y de esta forma tan sencilla la vida me ha dado la lección del día: me ha hecho comprender que, con el tiempo y pase lo que pase, la única constante siempre será mi familia y su compañía.

Hoy más que nunca veo con indiferencia el paso de las horas, de los días; veo pasar sin mayor emoción acontecimientos que en otro tiempo lo fueron todo. Claro que me sigue gustando el flamenco, que sigue despertando en mí esa pasión escondida, me sigue provocando expectación. Sin embargo las sensaciones ya no son como antes, yo ya no me siento como antes.
No soy como antes.
Es como si incluso la intensidad con que vivía ciertas facetas de mi vida hubieran alcanzado cierto estado de suspensión, uno en el que se enfría un poco toda la existencia, los sentimientos… y no estoy del todo segura de qué tan bueno o malo sea aquello.

Puede que sea un poco de ambos.

Mientras escribo, me ha venido una conversación que mantuve hace unos días con un amigo, eso de que, sin querer, a veces terminamos traicionándonos a nosotros mismos, casi siempre, una y otra vez.

La vida es eso: traicionarnos a nosotros mismos. Y por violento que pueda sonar quizá no sea así de malo; quizá se trate solo del proceso de estar vivo. Tomar consciencia de lo que somos y lo que queremos ser, e inevitablemente traicionarnos en el proceso para crecer. Para aprender. Para estar en el punto exacto en que nos encontramos ahora.

Personalmente no sé qué pensar. Sola ahora… trato de reconocerme a tientas en la oscuridad, encontrar mi origen, mi hogar primigenio.  Soy como una vasija vacía que busca llenarse con el agua de alguna fuente más pura; con sed de eternidad y libertad... de realización.

Si he de conseguirlo en un largo tiempo o ahora mismo no lo sé, solo sé que, ahora más que nunca, me siento yo y quiero ser yo. Solo yo. Y el anhelo de poder renovar mis esperanzas crece cada día. Vamos a ver qué sucede, qué nos trae la vida.

Mientras tanto, ésta es la semana de la muestra.
La semana del flamenco.