Agujero negro
*** Hoy salí de casa un poco más temprano de lo habitual y me encontré con toda una turba de niños caminando/corriendo con sus padres que los llevaban al colegio. Escuché la conversación casual que tenía un papá con su hijo que debía tener, como mucho, unos cinco años; niñas sonrientes llevadas por sus papás o mamás en scooters. Todos apurados, todos animados, tan palpitantes… y luego estaba yo. Un ente más o menos en color, viendo reflejada mi niñez en esas caritas. Pensar que en ese tiempo yo pasaba por lo de mi papá, pero, aun así, inconsciente de que eso que me hacía era algo atroz, también sonreía; también mi mamá me llevaba al colegio y me cantaba canciones en el camino, o me iba recitando alguna lección, materia o tarea. Aunque nos faltaba tanto, viviendo en ese cuartito prestado en el fondo de la casa de un tío al lado de un silo, era feliz. Y entonces, mientras mi existencia descolorida caminaba hacia el paradero del autobús para ir a la oficina, me puse a pensar...