Max,
Estoy asustada. Tengo miedo del mañana.
Mientras tengo planes en perspectiva las cosas parecen caminar bien, pero luego, por instantes, me golpean ramalazos de primitiva soledad, incertidumbre... y entonces el dolor que oprime se apodera del centro de mi pecho.
Hay muchísimas cosas que he ido pensando en estos días: la esterilización de los gatitos, la posibilidad de la beca para una especialización en España en julio (¿te imaginas cómo cambiaría mi vida si se diera la oportunidad?), ¡y lo más cerca y más tangible!... mi próxima audición por una beca para estudiar teatro la próxima semana. Creo que, desde mis cuatro intentos por ingresar a la universidad, esta será la segunda vez que lucharé por algo que realmente he anhelado por tantos años. ¿Seré capaz de lograrlo? Si sucediera, si el caso se diera, me encantaría compartirte esa alegría... que lo celebraras conmigo. Que me abrazaras fuerte, me dieras un beso largo en la frente y luego me miraras con ese orgullo que sienten las personas ante un logro del ser amado.
Oh Max, dime por qué es tan difícil acabar con esta distancia entre nosotros; que no existan barreras y pudieras pensar en mí de la misma forma dulce, tan llena de esperanza y reconfortante para el corazón en la que yo pienso en ti. ¿Quizá por que el tuyo ya se encuentra rebosante de un amor más grande?
Ahora que el miedo y el dolor amenazan con cernirse nuevamente sobre mi cabeza yo invoco tu nombre como un conjuro de protección. Te tengo siempre en mi mente, te ruego en el silencio de mis pensamientos "acompáñame, quédate conmigo". Ojalá supieras de todos estos sentimientos, de que no demasiado lejos de donde te encuentras alguien te quiere, te piensa, te espera... que anhela el milagro del momento en que nuestras existencias converjan. El día que aquello suceda todo será bendito: Bendito Dios, bendita la existencia... bendita mi vida entera.
Escribirte me llena de un valor que no te puedes ni imaginar, cariño de mi corazón.
Tuya una vez más,
Rosali.
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