Uroboros

A lo largo de mi vida adulta, he descubierto que existen diferentes tipos de dolor físico.

A un vistazo, podría parecer el mismo, aunque en intensidades diferentes. Sin embargo, a mis casi 35 y con más de una enfermedad crónica que, por fuerza, involucra mucho, pero mucho dolor, descubrí que puede también tener matices y formas… olores y a veces, inclusive, sabores. 

Mi último post operatorio, de mi rodilla derecha, fue particularmente duro, y justo cuando me encontraba en el fondo de la espiral de la que parecía no iba a salir jamás; de a pocos, y gracias a los 7 días más gloriosos de mis últimos tiempos, la edematización menguó y con ella, la rigidez y el dolor se hicieron más soportables. ¡Salve, ketoprofeno! 

Sin embargo, el ciclo interminable de la fibromialgia, de a poquitos, vuelve a empezar: punzón en rodilla izquierda, rodilla derecha. Muñeca derecha, primera falange del índice derecho... va subiendo y subiendo, ¿qué seguirá? Con expectación angustiante, prefiero la risa convulsa al sollozo. 

Mi alma aventurera ama el viento frío salpicado de garúa y humedad del invierno limeño, aunque mis articulaciones sufran hasta rabiar.

El ser estrafalario que habita en mí ama los abrigos de paño, las poleras de franela y las chompas de cuello de tortuga, aunque mi cuerpo agobiado por el prematuro climaterio se quite de encima toda fuente de calor en los momentos que, intempestivos, llegan los sofocos. 

Mi espíritu resiliente, cansado de las indicaciones médicas plagadas de restricciones, anhela el latido del corazón acelerado en el zapateo acompazado de un palo aflamecao que perdí, en los aeróbicos llenos de ritmo y saltos en la sala de mi casa o el 'sin prisa pero sin pausa' del trote por la ciclovía y el malecón al final de un día de oficina... O —ya, bueno— la flexibilidad y libertad que el yoga le daban al nudo constante en el centro de mi pecho, o aquella sensación de poder sobre cada articulación, músculo y hueso en una sesión de pilates. 

Dolor de cuerpo acompañado de certeza, calambre muscular que me recuerda que aún tengo el control. Sudor por cada poro en lugar de más lágrimas. 

Una vez más, me preparo para el inicio de este círculo sin fin.   


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