Querido Max,
La vida a veces pasa lenta, muy lenta; y otras, tan vertiginosa y rápida que resulta casi imposible seguirle el paso.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tu recuerdo vivo estuvo en mi mente, que visitaste mis sueños y mantuvimos una charla. Ha pasado tanto desde la última vez que te escribí una carta que ahora, mientras te escribo, siento como si volvieras de un larguísimo viaje y yo, inundada, fuera como una represa a punto de colapsar, de rendirse ante la fuerza de sus aguas, su ímpetu... su oscuridad. ¡Oh Max!, ha pasado tanto, tanto tiempo…
He ganado y he perdido tanto, he descubierto tanto que, ahora mismo, mientras mi pulso y mis músculos protestan por el esfuerzo y me gritan que pare, siento que si empiezo no llegaré nunca al final. Si empiezo, querido mío, no podré detenerme, y el torrente de mis sombras lo inundará todo… y yo tengo el corazón tan cansado; los sentimientos y los pensamientos tan agotados. La extenuación por tanto y tanto descubrimiento me ha dejado vacía…
Impertérrita.
Vegetal.
En este punto de la vida en que camino a tientas en la oscuridad, sin Norte… solo sé que necesito avanzar sin pensar demasiado en el miedo o el dolor. Aunque sean mareantes, acuciantes y me provoquen arcadas, necesito avanzar hasta encontrar la claridad.
¿Dónde está la claridad?
¿En qué sitio se encuentra ese punto de luz que me conducirá hasta la salida de este pantanoso periodo de confusión?
Max querido… querido, querido. Te pediría que vuelvas a ser mi guía, mi estrella polar en este camino de oscuridad, pero no me siento capaz; soy consciente de que ya me has dado demasiado en estos años, y mi corazón ya ha entendido que fue bueno dejarte marchar. Pero aun así, cuando la irracionalidad de mi razón piensa en el último instante en que se sintió segura te recuerda, y me obliga a volver a ti.
que tu luz brilla imperecedera y no has sido consumido
—como yo—
por las oscuridades de tu alma humana.
Por favor, pídele por mí.
En silencio,
durante tus intenciones del día por las miles de almas anónimas,
—perdidas—
porque, como ellas, mi alma esta perdida.
Perdida en su propia oscuridad.
Por favor, pídele por mí.
Vuelve a ser, aunque inconsciente, mi Virgilio.
Quien guíe mi alma perdida
en este dantesco bosque de terrores e incertidumbres,
sumido en la más profunda oscuridad.
*
Aunque mis recuerdos no te evoquen con la misma fuerza del pasado, vives en mi corazón.
Tuya siempre,
Rosali.
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