No soy yo,
es mi alma de escritora la que hace a mi corazón inquieto.
La muy despiadada apenas me da tregua para respirar...
No sólo soy yo.
Dos mujeres habitan en mí.
Dos mujeres habitan en mí.
Y si de algo me ha convencido es que, quien me quiera
—el valiente que se atreva a hurgar en los laberintos de mi corazón—
tendrá que querernos a ambas, sin negociaciones ni fórmula de juicio; de lo contrario aquel amor estara indefectiblemente destinado a fracasar.
Una es perfectamente convencional: despierta a la misma hora y obedientemente se enfrenta al trabajo de las ocho, el almuerzo de la una y el té de las seis; la clase de los martes y el regreso a casa al finalizar el día...
La que todos conocen.
La otra, la del corazón impaciente y los amores imaginarios, la buscadora incansable de inspiración; la de la cabeza llena de ideas y un cuestionamiento siempre a punto, que llora con un libro y quiere cambiar su vida en un arranque de inspiración; que siente ansiedad si no tiene un bolígrafo a mano.
Aquella que aún cerca de los treinta todavía sueña con dejar huella y encontrar algún día a su amor de leyenda.
Ellas
—con todo lo que son y no son, con sus abundancias e infinitas carencias, miedos, terrores nocturnos y a veces angustia por el mañana...
aquellas que anhelan abrazar el mundo, cada una a su manera—
... soy yo.
Toda yo.
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