Querido (o no tan querido) tú,
Esto es raro… estoy haciendo algo que no me había imaginado
hacer ni en los próximos mil años. Estoy escribiéndote una carta aun cuando
todavía formas parte de mi vida, de mi día a día, con el riesgo a que quizá
mientras yo te escribo, tú aparezcas en cualquier momento por la puerta para
ponerme al tanto sobre algo o pedir alguna cosa, algún pendiente (por que ahora
tus apariciones se limitan a eso) y yo no sabré donde ocultarme para no morir
de la vergüenza, para no enrojecer y evidenciar de esa forma que algo me traía
entre manos, aunque tú no tuvieras ni idea de lo que se trata.
Todo ha sido tan rápido —como cuando nos conocimos— todo ha
sucedido tan intempestivamente y ha sido tan asquerosamente cruel (al menos
para mí) que siento mucha rabia con el mundo, por la injusticia con que me
lleva tratando la vida; por querer hacer y decir tantas cosas y al final tener
que callar, conformarme con la inamovilidad por no saber cuál será tu reacción ante
mi ímpetu, frente a la descarnada confesión salida de mis labios en carne viva
que pueda alejarte definitivamente de mi. ¡Oh! No tienes ni idea de lo
frustrante que se vuelve todo esto.
Nunca había experimentado esta sensación de amor-odio hacia
una persona. Ese deseo de tener cerca y a la vez lejos; de querer comer a besos
y querer infligir sufrimiento… de implorar que nunca me deje y que desaparezca
de mi vida para siempre. Nunca había sentido esta desesperación de entre deseo
e incertidumbre, alegría y coraje; expectativa y pasión furiosa… y entonces
apareciste tú, en un momento decisivo de mi vida y fue providencial y extraño y
doloroso ese desear desde la primera vez. Te metiste en cada poro de mi piel, en
cada partícula de mi cuerpo, te asentaste en cada rincón de mi mente…. Me
reviviste.
Me salvaste aunque nunca llegué a confesártelo y ya no estoy
segura de quererlo hacer en un próximo futuro. Ahora mismo todo es tan incierto.
Una a una las certezas se me han ido escurriendo entre los dedos y me he
quedado vacía… sin nada. Dime qué es lo
que sigue ahora… ¿qué he de hacer?
¿Debo seguir luchando conmigo misma, con el frenético
impulso de querer estar cerca de ti aun cuando la nada es la única posibilidad?
¿Qué has hecho conmigo, qué extraño hechizo has ejercido sobre mí para hacerme
perder el juicio y ser todo deseo cuando pienso en ti?
Más aun —pequeño traidor— porque no te decides a tenerme
pero no me quieres lejos… no me dejas poner distancia entre los dos. No te
imaginas la infinidad de veces que, aun deseándote, te he maldecido en mi
angustia. Como ahora, aunque hayas sido la causa de mi ruina y te hayas
distanciado una vez más(¿definitivamente?) te sigo queriendo. Sigo deseando fundirme
en un beso. ¡Sólo un beso! Uno en que pueda transmitirte todo mi dolor,
incertidumbre, deseo y pasión… hacerte sentir este fuego que me abrasa por
dentro.
Ojalá pudiera saber lo que piensas, sería tan sencillo
comprenderte si supiera lo que hay en tu cabeza, mi dulce tormento. No sé por
cuánto más podré mantener mi careta de tranquilidad si por dentro soy un volcán
a punto de hacer erupción, una bomba en sus últimos sesenta segundos… no sé que
he de hacer. Si mi liberación será motivo de gloria o desastre, si al final de
la carrera mi premio será tenerte o mi castigo que estés definitivamente fuera
de mi vida.
¿Qué ha de pasar mañana? Quiero y no quiero saberlo… no me
queda nada más que esperar.
Esperar.
Aunque cada minuto transcurrido sea una nueva fuente de
angustia y cada golpe de mi corazón el palpitar doloroso de tu recuerdo en mis
venas, ardiendo con mi sangre.
¿Qué has hecho de mí? ¿Alguna vez podré plantearte esa
pregunta mirándote a los ojos, transportada por la sensación de estar entre tus
brazos. Sucederá algún día?
Mi razón dice que no.
Mi corazón anhela que sí.
Mi humanidad —la diosa voluptuosa que habita en mi— me
susurra que no puede esperar.
Mi ser entero es una completa contradicción de voces,
sensaciones, estremecimientos y poca voluntad.
Esto es lo que has hecho de mí.
Te odio por eso…. Y te quiero.
Te odio pero te quiero, maldito ciego, tonto… mil veces
tonto.
Tonto, tonto, tonto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario