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A Max: Recuerdos...



Pensado en que hoy podría ser el día en que vuelva a verte todos los sentimientos que normalmente permanecen ocultos en mi interior de pronto comienzan a aflorar y poco a poco, van tomando protagonismo, materializándose en mi piel en una mezcla de alegría y angustia, miedo y expectativa... dolor y placer.  
Todo lo vivido en los últimos días no ha hecho más que llevarme a ti y —una vez más— a tus recuerdos. Este que dejo a continuación es uno de ellos. Mi tesoro más preciado. 
La primera inspiración... aquella primera carta que, sin que lo supieras, escribí para ti.  


19/05/2017 - 11:28 am.

Querido Max, 

Hoy siento la necesidad de escribirte. 
Aunque tú no lo sepas, y yo no quiera que lo sepas ni ahora ni después, llevo pensando en ti ya muchos días... muchos. Sin querer un día caí en la cuenta de que no podía sacarte de mi cabeza; en que, y aunque en un principio no lo haya notado, tienes algunas cosas que te hacen parecido a mí, como el hecho de que leas novelas, que hayas reconocido en el audio que escuchaba a Cien años de soledad... ¿y sabes lo difícil que es eso de encontrar? Tú no lo sabes, pero llevo años esperando encontrar a alguien del sexo opuesto que le guste tanto leer como a mí, que no me vea extraño (o solo me escuche por compromiso o por que quisiera sacar algún provecho en el futuro) cuando le hable del último libro que leí, que no le resulte incómodo que lo sienta con tanta intensidad... que me emocione hasta el punto de la euforia, las lágrimas o a querer cambiar mi vida entera en un arranque de inspiración... lo he buscado por tantos años. 

Y de pronto apareciste tú, noté eso que eras (la parte pequeña que creo conocer de ti) y entonces me ilusioné... me atreví, como cuando leo, a dejar mi imaginación volar. 
Todo este tiempo no fue él (aunque algo dentro de mí, una parte más humana que ideal sigue sintiéndose atraída hacia su presencia). No fue nadie más... fuiste tú. Eras tú. Siempre has sido tú.
Y me aterra a la vez que me llena de esperanza darme cuenta de lo que he descubierto. De lo que siento en mí cada vez que pienso en ello. Aunque sé que es por demás imposible, aunque hasta cierto punto soy consciente de que puede estar mal, puedo frenar a mi lógica pero no puedo evitar ser un poco más condescendiente con mi corazón, con mi lado soñador... y me dejo llevar. 

Y me imagino hablando contigo, en un lugar diferente a la biblioteca y sus temas, del filosofado y toda esa realidad que conlleva. Nos veo en el malecón de alguna playa en invierno, hablando de cosas personales y riéndonos de nosotros mismos con la intimidad que sólo se tienen las personas que han descubierto que se quieren, que les interesa el bienestar del otro. Te imagino observándome mientras te confío alguno de mis miedos, alguna de mis dudas existenciales que a los ojos de los de fuera pueden hacerme una atea, una rebelde. Imagino ese rastro de ternura en tu mirada... ¡por mí! y siento mariposas aleteándome por todo el cuerpo. Y luego me dejo llevar más lejos y te imagino rodeándome los hombros en un abrazo, las yemas de nuestros dedos apenas tocándose... te imagino tomándome en serio de las manos y sintiendo un regocijo asfixiante al descubrir que están tibias. 
Me imagino pasando mis dedos entre tu cabello mientras me sonríes y yo te devuelvo la sonrisa... sintiendo el dulce peso del miedo entre ambos por lo que está a punto de pasar. Y siento la temperatura de tu aliento cada vez más cerca cuando beso tus labios despacio... sintiendo con indecible placer como tu barba me hace cosquillas en las mejillas. Te imagino besándome en la frente con ternura al final de nuestro beso, sintiendo el calor que emanan tus manos cuando acunan mi rostro. Veo tus ojos brillantes y transportados por la euforia mientras me dices que me quieres, que me quieres tanto como yo te quiero. Que quieres quedarte conmigo para seguir viviendo infinitamente momentos como este. Te imagino de una forma en la que quizá nunca has sido.

Y mi corazón vive y se envenena al mismo tiempo por ese espejismo, por esa desilusión tan aterradora, asfixiante y grande de que todo lo que ha vivido —y que inevitablemente ha dejado el rastro de su paso en mi cuerpo y respiración alterada, en mi pecho agitado y bombeante— es pura imaginación. Y le ruego a Dios (aunque ese ruego suene más a blasfemia que a plegaria) que me conceda el pedido excepcional de reservarte para mí. 
¿Para qué disputarse tu vida si es que puede tener a muchos más y yo solo puedo tenerte a ti, mi chico precioso que lee novelas, que tiene toda una historia llena de cosas felices conmigo? 
¿Por qué no concederme, de forma excepcional el milagro de que te fijes en mí, de que puedas quererme... de que quieras una vida a mi lado?

Lo sé... para este punto de mi carta debes creer a rajatabla que estoy completamente loca, pero no puedo evitarlo. Y tu jamás leerás lo que he escrito, jamás sabrás de mi deseo más íntimo... jamás sabrás de esto que has despertado en mí. Pero ya está escrito y al existir de forma física he vaciado en parte las ansias de mi corazón. 
Ojalá algún día pueda decirte (aunque solo sea en el silencio) lo que descubrí en mi interior y que a pesar del dolor no me arrepiento de haberlo sentido. Ojalá pudiera hacerte saber que nunca, aunque lo confundiera en un principio, nunca se trató de él. Siempre, siempre fuiste tú. 
Siempre serás tú. 


Rosali. 








1 comentario:

  1. Me quedo con esto: «Ojalá algún día pueda decirte (aunque solo sea en el silencio) lo que descubrí en mi interior y que a pesar del dolor no me arrepiento de haberlo sentido. Ojalá pudiera hacerte saber que nunca, aunque lo confundiera en un principio, nunca se trató de él. Siempre, siempre fuiste tú.
    Siempre serás tú.»

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