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A Max... (*periodo mariposa.)



06 de julio de 2018

Querido Max, 

Esta es una mañana más de invierno, de calles y ventanas perladas de garúa. De toda la vida cubierta de una extraña pátina de melancolía. Y yo, contemplando el exterior desde mi oficina, en tu dirección, te traigo de nuevo hasta mí. 
Has tenido mucho tiempo de descanso, querido mío. Los engranajes de mi existencia por fin encontraron su punto de encaje y ahora la vida vuelve a llenarse de paz, de esperanzas y risas... de expectativa ante lo que vendrá. He encontrado el modo de amarme sin lastimarme y ahora no me cuesta aceptar a voz en grito lo que me hace falta, lo que necesito... lo que sé que quiero y me hará feliz; y después de los meses de tormenta por los que a fuerza tuve que atravesar, no tienes idea de la bendición que aquello significa para mi.

Soy feliz.

Y mira que tú entiendes de lo inusual de aquella afirmación en mis labios, pero no puedo definir de otra manera el que ahora sienta tanto cuando aun hayan tantas cosas que concretar... y es que ahí es donde reside el sentido de estar vivo ¿no crees? en tener sueños, proyectos, algo por qué luchar y sacar el cuerpo del calor de la cama cada mañana. 
Ahora, a pesar de todo lo que aun me queda por hacer, a pesar de que las responsabilidades me sigan agobiando por momentos, veo el futuro con esperanza. La tristeza quedó atrás y tengo un hambre desesperada por vivir, por ser una versión renovada de mí misma, alguien mejor de lo que fui... alguien que no piense más en sus errores como una pérdida sino como una oportunidad. Alguien que, a pesar del horrible dolor por el que atravesó, no ha perdido ni un ápice de su fe, de su confianza en el mundo porque un solo ser le lastimó. 

Oh querido... ojalá pudiese compartir todo esto contigo, ojalá me hubieras visto renacer. Verme abandonar lentamente mi crisálida para abrir con ansia tímida mis nuevas alas, convertida en una mariposa de brillantes colores en el gris del invierno. 
Espero la casualidad me bendiga con una coincidencia. Espero que, por propia voluntad, decidieras convertirte en mi ángel de carne y hueso y acompañar por un tiempo indefinido mi camino en soledad. Pero una soledad luminosa, con los colores del Sol. Un camino ya no regado de lágrimas, sino de la más dulce esperanza. 

Te llevo siempre en mi corazón. 

Tuya indefinidamente, 
Rosali.  

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