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A Max


30 de mayo de 2018.

Querido mío, 

He vuelto a la realidad una vez más.
Al trabajo, al octavo piso de la biblioteca... a este frío que se le cala a uno en lo más profundo de los huesos, y si no fuera por el estado de ánimo tan feo en el que me encuentro me encantaría salir a caminar. Caminar infinitamente. Dejar que el frío se cuele a través de mi ropa y sonreír. 

¿Sabes? Caigo en la cuenta de lo mucho que me gustaría verte atravesar aquella puerta, escuchar tu voz... verte sonreír. Contarte lo despanzurrada que me he sentido y que me digas que todo mejorará, que solo tengo que tener fuerza y paciencia. De todas las personas del mundo sé que eres el único que me comprendería, que sabría de esta extraña sensación de soledad que lo ha abarcado todo, que se ha apoderado de todo... mi querido, yo daría cualquier cosa por que tú me oyeras en este instante, que respondieras a mi súplica callada y nocturna y vinieras a darme el consuelo que necesito. 
¿Por qué me ha tocado a mí enfrentar una prueba como esta? ¿Lo sabes tú? ¿Quizá encontrándote más cerca de Dios podrías obtener una respuesta? Lo único que yo entiendo ahora es que he perdido el sentido de la vida, que no hay instante durante el día en que no piense en acabar con todo así, de improvisto y sin pensar demasiado en las consecuencias, de una vez por todas. Si hay algo que me mantiene a flote es pensar en ti y en nuestra vida inventada, nuestro refugio imaginario. 
Ojalá al menos pudiera compartir una parte de todo esto contigo: Una sala de estar cálida en el frío, de luces tenues, un sillón grande y mullido donde pudiera recostar mi cabeza atormentada sobre tus piernas mientras tú alternas tus dedos entre las páginas de nuestro libro favorito y las hebras de mi cabello ahora tan corto y te quedas más de lo necesario en ese punto de mis sienes donde sabes se acumula mi estrés y luego, viendo mis ojos casi cerrados vuelves a susurrarme con tu voz de ángel "todo va a estar bien tesoro, vamos a salir de esto juntos. No estás sola." sin importarte que la temperatura de mis lágrimas cansadas atraviesen el algodón de tus pantalones y te quemen en la piel ardientes, angustiadas y a la vez enormemente aliviadas; y no intentas besarme por que sabes que basta con tus palabras hilando mi historia favorita para calmar a mis demonios. 

Tú lo sabes Max, lo sabes por que esa parte que sin que sepas te ha abandonado vive a mi lado desde hace mucho tiempo, y me ha acompañado a través de carreteras y montañas hasta mi viaje infinito regado de lágrimas; y has apretado mi mano entre las tuyas como el médico reconfortando a su paciente desahuciado en sus últimos momentos. En mis noches más angustiosas me has velado hasta que el llanto me ha rendido y el dolor quedaba suspendido por profundo sueño. Ahí has estado tú, impulsándome a ser fuerte y a contener las lágrimas en los momentos en que caminaba por las calles rodeada de desconocidos, tan sola y vulnerable, expuesta a tantos peligros. Estuviste cuando con los ojos velados de lágrimas se abrió furiosa la esperanza en el centro de mi pecho desgarrado aquella tarde en las alturas, cuando terminada la lluvia un triunfante doble arcoiris reinó sobre el paisaje con todo su poder, sobre ese cielo y esa naturaleza tan puras como tus ojos, adorado mío. 
Ahí estuviste. Siempre estuviste. 

Y ahora, con el clima y mi vida gris, mientras la realidad amenaza con aplastarme por vez enésima acompáñame, no me abandones... sigue siendo mi guía invisible. Por favor, continúa caminando conmigo para siempre, asido a mi mano cansada con la misma fuerza de antes. 

Tuya ayer, hoy y para siempre,
Rosali. 



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