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Mariposa herida

Parte de  mi alma,

Hoy he contemplado las luces de la ciudad –el mundo enmarcado del perímetro de mis 26 años– a través del prisma de tus ojos y por primera vez he experimentado el mismo desamparo que sentiste. Mirando el mundo deformado por la suciedad de los cristales desvencijados del autobús me he preguntado por qué ha debido ser tan grande el precio que la vida me ha cobrado por traerte a la realidad. Por qué ha plagado mi camino con sangre y lágrimas. Por qué no han sido dulces los frutos en la adversidad.
Por qué su saña con mi pobre alma desarmada, como si no fuera yo más que un simple mortal.

Y la pregunta sigue haciendo eco en el penetrante silencio de la madrugada que vivo, martilleando mi globo ocular, arrebatándome el sueño mientras la angustia desgarra impotente mi corazón y el repiqueteo doloroso de cada palabra que escribo desquicia el pulso de mis sienes torturadas con un nuevo absceso de migraña.
¿Qué quiere de mí? ¿Quizá cerciorarse de mi valentía, comprobar la resistencia de mi templanza?

Parte de mi alma, dame una señal.

Deja que encuentre en el azul de tus ojos la respuesta a las preguntas que me condenan a la inexistencia o, si en cambio, he de soportar la tempestad, espérame cuando haya terminado.
Toma mi mano –como hiciste tantas veces en el pasado– y sé mi paliativo en el instante en el que el martirio se hace más doloroso sobre mis hombros.
Sé el sentido que me falta, no dejes que me pierda… sálvame de mis pesadillas.


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