Existen los amigos “cotidianos”, los que inevitablemente se colaron una vez en algún trozo de tu vida. Aquí calzan perfectamente los ‘amigos’ de trabajo, universidad, escuela, etc.
Los amigos “fugaces” son los que alguna vez fueron cotidianos, ésos que te llevas contigo cuando terminas una etapa y empiezas otra. A veces los ves, a veces no… tienen la capacidad de esfumarse de tu vida a la velocidad de un parpadeo;…y se pierden en la inmensidad del cielo.
Existen los amigos que en realidad nunca fueron tus amigos; y pareciera que llevaran consigo la innata incapacidad para ser tus amigos: Llegaron a tu vida por un objetivo concreto, quizá un favor, un interés… un deseo más bien amoroso disfrazado de amistad, y una vez agotada toda esperanza, desaparecen sin más. Aunque algunos a paso lento, otros a paso rápido.
… y muy lejos de los anteriores, se encuentran los amigos eternos, casi hermanos… raros como diamantes rosas; ésos que una vez descubiertos no quieres perder jamás. Y aunque el tiempo pase y la vida de miles y miles de giros, siempre los encuentras al doblar la esquina. Quizá no cuando la necesidad apremia, pero… ahí están.
Hay días en que creo que he sido bendecida con los mejores amigos y hay otros en que siento que no tengo nada… que todos fueron como estrellas fugaces en la constelación de mi vida… cuántos de ellos han quedado? ¿cuántos de ellos he conservado?…¿cuántos de ellos me han conservado al menos en su memoria?
¿Por cuántos de ellos existió cariño genuino?
… y entonces viene la soledad, y la desolación se planta en mi puerta. Y no se va.
Y vuelve la amarga certeza de que, de distintas maneras, estamos solos. Con gente o sin gente alrededor, pero siempre lo estamos. Como dijo un poeta alguna vez Uno siempre está solo, pero a veces está más solo.
Y no te queda mas nada que tu mismo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario