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Si puedo verlo, oírlo o sentirlo... Entonces puedo creer.

Desde que empecé a creer en mis propias ideas  basadas a  las vivencias en los distintos episodios de mi “novela personal”; ésa se ha convertido en mi convicción “de bandera”, la filosofía que he adoptado para mi vida. Lo seguía siendo también ayer por la tarde.

Cuando atravesé aquellas rejas hacia aquel espacio olvidado del tiempo, magnífico en su decadencia, no podía imaginar la experiencia que, al salir, me llevaría para siempre.

¿Nosotros? Somos particularmente escépticos, quizá yo más que él.
Pese a considerarme una persona de mente abierta a las posibilidades, misterios, y fenómenos de corte paranormal; mi primera opción suele ser siempre la objetiva, la que suele encontrar una explicación adaptable a la realidad. Sin embargo, lo ocurrido en dos de los pabellones del cementerio más antiguo de mi ciudad bajo un sol abrasante, pasadas las tres de la tarde, no tiene explicación alguna.

-Me pareció ver a alguien detrás de nosotros reflejado en el vidrio. Pero no, no me hagas caso…
-No… yo también lo vi.
(…)

-Lo escuchas?.. es un bebé, está llorando.. –
-Sí... también lo escucho.
(…)

No hay modo de encontrar una explicación coherente para la presencia de una “tercera persona” reflejada en el vidrio de un nicho, en un pabellón solitario y silencioso donde solo se encuentran caminando dos personas. Mucho menos el llanto de un bebé,  no habiendo presencia alguna a metros a la redonda… no la hay.

¿Es esa una prueba material de que hay algo más allá?.. Algo, quizá, oscuro y perturbador una vez que nuestros ojos se cierran a esta vida terrenal, hay un mundo paralelo al nuestro, plagado de personas añorando desesperadamente la vida que a nosotros nos provoca por momentos tedio profundo? … hay “vida” terminado nuestro peregrinar por este mundo?… hay algo más después de la muerte?. Puede que esta sea la respuesta indirecta a mi interrogante anterior, puede que, de algún modo, éste sea el momento de empezar a creer… aunque no sepa en que creer a veces. Quizá no solo suceda conmigo.

Más que cualquier cosa, el llanto de ese bebé no sale de mi cabeza, se ha quedado conmigo. Sé que su sonido, y esa sensación de tristeza profunda, de expectación palpitante, ha de acompañarme por el resto de mi vida. Será difícil no pensar en ella la próxima vez que mis pasos me guíen hasta allí.

........
Siendo la madrugada de domingo -nuevo día que no se les ha sido permitido vivir a las miles de almas que dejamos atrás; atrapadas en su propio universo-  puedo decir que, si bien aún no soy creyente del todo, he dejado de creer un poco menos.

A buen entendedor, muchas más almas.


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