Siete colinas


 Querido Max, 

Oficialmente, ya es invierno. Mi estación favorita del año. 

Aunque he luchado por hacer oídos sordos a mis clamores internos, finalmente he decidido respirar hondo, tomar un cachito de tranquilizante, pausar los podcasts y subirle el volúmen de la música. A las letras que alimentan por cucharitas mi corazón; llenar la tempestad de mi insconciente con la calma que me proporciona tu recuerdo conjurado por las melodías; dejándome envolver por tus memorias, el recuerdo del sonido seco de tus pasos en el piso pulido, de tu olor a masa dulce y fresca... llenar mis recovecos de tu paz para aplacar mis tormentas. Ignorar la perspectiva del dolor que me provoca cada inhalación al pensar en otra noche plagada de sueños surrealistas; otra madrugada sin descanso. Hacer una pausa para aplacar la vorágine de pensamientos que no me dan tregua, que hacen tentadora la idea de entregarme al vacío desde la tranquila terraza de mi piso... pero, ¿quién se haría cargo de mis gatas entonces? ¿quién las querría como las quiero yo?

Oh Max, Max..necesito del soplo de paz que solo tu imagen puede darle a mis inquietos pensamientos, a los engranajeas incansables en mi cerebro que no paran; al pálpito desesperado de mi coracón y mi garganta seca; esta sed que de tí siente mi alma ahíta de líquido vital. No es agua lo que me hace falta, no es pan lo que necesito para vivir. Eres tú, es tu paz. La serenidad de tu raciocinio y tu voz modulada para aplacar la estridencia que me amordaza más y más fuerte la cordura. 

¿Cómo encontrarte si tanta masa atmosférica, terrenal y marítima nos separa? ¿Distancia insalvable entre tu alma y mi alma perdida, desnuda de abrazos y luz, abrasada en su propio fuego u soledad? ¡Pesa tanto la soledad!

Una existencia tan conturbada como la mía solo puede hallar remanso breve en tu hombro; su ancla a tierra en tus dedos rodeando los míos con fuerza, en tu cuerpo apretado a mi talle. Max, querido Max, sé mi punto de gravedad; mi ancla a Tierra. No dejes que me pierda en el infinito. No me dejes ir. 

Que los vientos alisios lleven hasta las Siete colinas en murmuros suaves -susurros sensuales- el canto de mi súplica que clama por ti. 

Te pertenezco... soy tuya. 

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