Quid pro quo
Querido Max,
Estoy en un periodo de limbo… de impavidez y vacío.
Hay sequía en mi universo y todo se ha detenido, pero, allá fuera, el tiempo sigue corriendo, y yo he de seguir con la oficina, las preocupaciones domésticas, las medicinas y la estadística; los dolores de las articulaciones, mi rodilla desgarrada, latiente la migraña en mi sien izquierda, en fin, la cotidianeidad de la vida. Se me hace increíble que, entre tu mundo y el mío, exista ahora una distancia de ocho años ¡Qué inmisericorde es el tiempo!
La frecuencia cada vez es menos, pero yo sigo preguntándole por ti a mis recuerdos, deseándote salud y felicidad con todo el corazón. Sigo pidiendo, transfigurada la religión en buenas energías de la gente buena, porque todo lo que llegue a tu vida sea bueno. Hay momentos en los que me siento tan sola, en los que anhelo, más que nunca, el calor de otro ser humano a mi lado, las conversaciones insustanciales hasta las más profundas nacidas de una anécdota cualquiera. Aunque, la mayor parte del tiempo, doy gracias al cielo por la tranquilidad que le ha dado a mi espíritu, la poda dolorosa de mis ramas familiares, compañías insustanciales y los lazos no fiables, no dejo de preguntarme, ¿quién está a salvo en estos tiempos de todo eso? A veces me pregunto si he hecho bien o si, en cambio, me he equivocado. Si sigue siendo mejor la mala compañía a la soledad. ¿Qué es lo que piensas tú, mi ángel de mente inquieta, del amor propio y el amor al prójimo? ¿Tenía razón en buen Pablo, cuando escribió que “(...)el amor todo lo soporta”? Estoy lejos de creer que sí, mi naturaleza se inclina más bien a la idea del amor recíproco, del quid pro quo, no por interés, sino porque, así como el otro espera ser amado, en la misma medida lo deseamos nosotros.
Si la existencia de Dios es tal como la pregona la iglesia, es válida mi idea, de otro modo ¿por qué nos habrían ofrecido el cielo en recompensa por una vida en la que predomine el servicio del amor a los demás?... ¿estoy equivocada?
Estoy divagando hacia el vacío… lo sé. Últimamente es todo lo que hago: les converso a los parterres de las calles, las flores de los árboles y al viento, a mis gatas y a las suculentas de mi jardín, a esa tierra que alguna vez perteneció al jardín de alguien más y que terminó por reposar en los maceteros del piso de la persona más solitaria del mundo.
Max, querido, ahora estamos en continentes distintos y tu recuerdo vive empolvado en algún rincón de mis cerebro. Sin embargo, como quien limpiando su casa se encuentra con objetos preciados que creía perdidos, así te voy recuperando yo, para matizar con tus colores el blanco lienzo de mi cielo de verano, para alimentar con tus palabras la tierra árida de los maceteros de mi soledad y, finalmente, ver cualquiera de estos días florecer los primeros retoños de tus pensamientos en mi corazón.
Seas realidad o idealización, tu recuerdo transfigurado hace fértil cualquiera de las parcelas ocultas de mi alma.
Tuya siempre,
Rosali
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