Buscar en este blog

Cicatriz

 


“Llegado a este punto desearía hacer una observación. En un principio traté de escribir este libro de manera anónima, utilizando tan sólo mi número de prisionero. A ello me impulsó mi aversión al exhibicionismo. Una vez terminado el manuscrito  comprendí que el anonimato le haría perder la mitad de su valor, ya que la valentía de la confesión  eleva el valor de los hechos. Decidí expresar mis convicciones con franqueza, y por esta razón me abstuve de suprimir algunos de los pasajes, venciendo incluso mi desagrado hacia el exhibicionismo”                                                                                                                       -Viktor E. Frankl.
Este no es un libro, pero es un desahogo que me debía... como mujer, como ser humano que merece sanar y pensando en el hecho de que, tal vez, el mostrar mi herida a pecho descubierto, con su podredumbre y su carne viva, pueda motivar a alguien más a hacerlo también. 
Yo lo empecé de forma anónima, y al ver la cantidad de personas que sin conocerme me enviaban tanta fuerza, buenos deseos, luz y tanto, tanto amor en este proceso que voluntariamente he decidido empezar, pensé en hacer lo mismo por alguien más... por quien sea que sienta la necesidad de a pesar del tiempo transcurrido, pasar de ser una llaga sangrante a, por fin, una cicatriz.


......

20/12/2021

Sufrí de abuso sexual cuando fui niña.
Sufrí de abuso sexual en la adolescencia. 
Sufrí de abuso sexual en mi adultez. 

Las tres veces, viví periodos durmientes que duraron años. 
Los momentos de despertar, fueron una sucesión de días, meses de horror: recuerdos, detalles, colores… incluso sonidos. Hasta las acciones más cotidianas traían algún deja vú.
Pasé años luchando con esa certeza. Pensando, tratando de entender… días de claridad y oscuridad en los que intentaba reconciliarme con todo aquello como parte de mí, de mi historia, mi realidad. Con que cada suceso era parte inherente de quien era y que, bien o mal, me había forjado.

En determinados momentos, creí que ya los estaba superando; que mi largo proceso de aceptación estaba llegando a su final, que ya podía mirar mi pasado frente a frente y entender que aquello no me definía, que yo no era simplemente un número más en la triste estadística; que era mucho más que una víctima. Era una mujer, un ser humano que merecía todo lo bueno, por lo sufrido y por lo mucho que había trabajado para, pese a todo, hacer las cosas bien. Estaba convencida de que estaba en camino sanar. Sin embargo, todo este tiempo, estuve equivocada. 

Toda yo fui siempre una llaga mal curada. 
Una herida con su costra, pero con un halo rojizo que, con los años, se fue haciendo más y más grande, un absceso disfrazado de infección menor. 

En el año 30 de mi existencia, el absceso reventó y mi cuerpo, alentado por el estrés y las situaciones del día a día, se convirtió en el desdichado depositario de todo el daño colateral. De tantos años de parches disfrazados de cura. Sin yo saberlo, por miedo o ignorancia, me autodestruí. 

Una larga lista de diagnósticos confirmados y todavía en exploración, de tantas afecciones en todos los sentidos, me han empujado a cuestionarme durante todo este año si realmente vale la pena salvar algo de este cuerpo, de este corazón… de mi pobre alma. 

No puedo respirar. No puedo dormir. No puedo pensar. No puedo crear. 
No soy capaz de soñar. 
Tengo mucha, mucha ira. 
A estas alturas, no sé si se puede tocar más fondo… Hay días en que siento terror de mí misma. De mis pensamientos, de las cosas que siento.

Sabiendo que ya no soy capaz, ni física, mental y emocionalmente, de afrontar este peso sola; tomé la decisión de que es momento de volver a terapia, pero eso no hace que tenga menos miedo. 
Me espera un largo y agobiante camino cuesta arriba; y aunque sé que no tendré que afrontarlo sola; entiendo que la mayor parte del trabajo, por no decir todo, será un recorrido que tendré que caminar en soledad. Y es a eso a lo que más le temo. 

Tengo miedo de hurgar más, de lo que pueda encontrar y si, con la certeza del conocimiento total, sea capaz de recuperarme, de librarme de mi propia oscuridad. Tengo miedo de hundirme -como cada vez que un recuerdo nuevo aparecía- y de no poder encontrar el camino hacia la superficie. 
Y así sigo… aferrada a la vida, un día con esperanza, un día con miedo… pero siempre, siempre, con ese peso en el centro de pecho. Con esa masa de cemento en el corazón que me reafirma todos los días que este camino de dolor y liberación es impostergable y necesario. 

Toda mi vida he sido una llaga solferina, sangrante y en carne viva. 
Ahora quiero ser cicatriz. 

Y quiero cambiar, aun a costa de perderme permanentemente… Solo me quedo yo, y me aferro a la niña de 7, la chica de 17 y la mujer de 31; a todo lo que soy y las que fui; confiando en el apoyo que nos daremos mutuamente en el camino del terror, la verdad y la liberación. 
Mejor luchar que seguir viviendo esta vida que no se siente como vida. 

Me abrazo a ellas y a la esperanza de que nos sostenga Dios, como hasta ahora, aunque a veces hayamos tenido nuestros largos periodos de desencuentro. 

......


No importa quien seas, si todavía no estás seguro de empezar este proceso de reconstrucción con tu propio rostro o de forma anónima. No importa tu sexo, tu edad, tu condición social... emocional o mental. 
Aunque hayan pasado muchos años, meses, o apenas días, Yo te creo.

Quizá no pueda aliviar tu dolor, pero puedo dejarte este espacio abierto para el desahogo y dejarte, de paso, una cantidad grande de vibras, luz... y mucho, mucho amor. 
Nos lo merecemos. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario