Te quiero llevar conmigo.
Pero no como recuerdo triste, si no transformado en uno feliz.
Un pensamiento luminoso,
Tan luminoso como la lámpara de luz que llevaste delante de mí
en aquel periodo de oscuridad.
Te quiero llevar conmigo siempre, convertido en esperanza;
transfigurado en el viento frío de mis tardes de verano
al final de un día trabajo,
en las notas de mis canciones favoritas, en el aroma de las flores.
Te quiero en el latido intempestivo de mi corazón,
En el arranque de inspiración que me recorre las venas con sangre nueva.
En el ¡Eureka! que se prende en mi cabeza.
En las buenas noticias,
En los buenos deseos.
En los detalles que me hacen sonreír.
En el calambre del estómago por tanta y tanta risa.
Te quiero en los atardeceres milagrosos que me entran por los ojos
y me estremecen el corazón.
En los celestes, malvas y dorados del cielo; en el rojo naranja de las nubes.
Te quiero en mis labios cuando mi alma, agradecida,
pronuncie un “Gracias, Dios.”
Quiero llevarte en lo más profundo de mis pensamientos
y desearte lo mejor al encontrarme con una foto tuya,
o uno de tus escritos en la red.
Cuando reafirme que sigues creciendo en la vida que elegiste
y que eres feliz en ella.
Tan feliz como lo soy yo al llevarte en espíritu.
Quiero llevarte en mi pecho del 1 al 366 de mi carrera de vallas personal.
—si es que llego a sortear los obstáculos hasta el final—.
Tú desde tu sitio.
Yo desde el mío.
Porque te quiero, y te quiero feliz.
Quiero llevarte conmigo aunque camine mi vida sin ti.
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