Descubro
que ha pasado un año desde que el poema “Expectorar” salió en letras sangrantes
desde el fondo de mi corazón.
Ha pasado
un año desde que conocí a ese chico puso de cabeza toda mi vida en tan solo
nueve días. Que me saco del hoyo de un amor humillante, doloroso, tóxico y no
correspondido… Nueve días.
Pasó como
un suspiro... como los suspiros que
solía arrancarle a mi pecho; pero gane tanto en tan poco tiempo. Ahora veo
hacia atrás… hacia el recuerdo de esos días y del posterior dolor por su
partida; leo las páginas de hace un año y no puedo evitar pensar en lo relativo
que puede ser el tiempo.
Un día amas
con locura, un día lloras… meses sufres, te angustias, te quieres sacar el
corazón para no sentir esa maldita pena… crees que la intensidad de tu dolor será
para siempre… que no podrás volver a empezar. Que nunca volverás a amar. Que
después de él ya no hay nada, que la vida no vale nada… y pasan los días por
que pasan, y vives sin vivir.
… y así,
sin darte cuenta va descendiendo la resignación. Y un día escarbas en tu viejo
dolor (al que crees que ya te has acostumbrado) y ves de que ya ni siquiera
duele, que puedes recordar y pensar en él, y hablarle… y mantener una charla
sin que sientas una sensación de vacío después.
Y te enamoras
de nuevo… y vives de nuevo, y sufres de nuevo. Pero esta vez el objeto de tus
sentimientos tiene un rostro, y un nombre… y un cuerpo distinto. Y si estás
desesperado puedes contárselo, puedes pedir su opinión. Puedes preguntarle por
su novia, puedes hablarle del tuyo. Hasta la idea de salir y tomar un café ya
no te parece tan descabellada.
Y ves claro que recién pasado un año, has encontrado en él al amigo que esperabas tener en un principio, antes incluso que supieras que te habías enamorado.
Y ves claro que recién pasado un año, has encontrado en él al amigo que esperabas tener en un principio, antes incluso que supieras que te habías enamorado.
Y confirmas,
y reafirmas por enésima vez que se ha terminado.
Que las
heridas cicatrizan.
Que no
siempre las personas que dejaste de amar no se quedan en tu vida.
Que los
dolores, por más sofocantes y desgarradores que se sientan en un principio,
también se acaban.
Que el
tiempo si puede curar…
Y si cura sentimientos tan fuertes como ése. Entonces tiene el poder de aplacar todo lo demás.
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