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¡Hola, viejo amigo!


Me he dado cuenta de algo curioso. Cada cierto tiempo, aunque sé que el resultado siempre será el mismo, te escribo. Te escribo para decirte lo mucho que significaste para mí y, en nombre de la amistad tan bonita que alguna vez nos unió, también para preguntar al viento si es que existe la posibilidad de que, casi veinte años después, aún exista algún terreno, todavía inexplorado, en el que la semilla renovada de la amistad pueda florecer para nosotros. 

¿Será posible?

Esto va a sonar irreal, pero, ¿puedes creer que los correos que intercambiamos en la época por la que empezó nuestra amistad, aún existen? Creí que se habían perdido para siempre, con todo el cambio tecnológico que ha habido en dos décadas pero hoy, por fin, me fue posible volver a acceder a ellos…. ¡sí, es una locura! Pero, para mí, es algo hermosamente providencial. En este punto de la vida en que mis constantes varían sin cesar, cada vez con más velocidad, al punto en que ya no soy capaz de seguirles el paso aunque intente correr tras ellas con todas mis fuerzas. 

Me he quedado rezagada, pero ya no me castigo por eso. Las magulladuras de los años me han enseñado que, si siento empatía hacia los demás, debo ser capaz de sentirla, todavía más, por mí misma. Ahora aprovecho los momentos de tregua silenciosa para pensar en el correr del tiempo, en instantes del pasado que fueron un quiebre, momentos canónicos de mi vida, e inevitablemente, regreso a uno de los más importantes: el día en que te conocí. ¿Lo recuerdas tú todavía, después de casi veinte años? Aunque muy esporádicamente y, sobre todo, en periodos límbicos, yo sí. Ya sin el apasionamiento de la adolescencia, tampoco con el resentimiento y el desencanto de la juventud, pero, aun así, te recuerdo. El tiempo ha hecho las veces de crisol en el que han prevalecido sobre la superficie sólo los momentos buenos, los días bonitos en los que fuiste solo suma e inspiración para mi vida. 

He llegado a la edad de Cristo -y en unos meses estaré por abandonarla-, soy una escritora publicada, alcancé estabilidad profesional y, gracias al cielo, económica; al arrebatamiento prefiero la tranquilidad del corazón, pero ¿sabes qué no he dejado de ser? Una soñadora pero, sobre todo, una romántica empedernida, ansiosa por seguir creando universos enteros de historias hermosas en las que pueda refugiarme cuando mi ánimo me pida un instante de respiro… de paz.

Algo más: estoy en proceso de escribir mi tercer libro, el que será -así lo declaro y estoy convencida- mi bestseller. Aunque ya llevo un tiempo con la inspiración dormida, pero, confío que, teniéndome paciencia, eventualmente despertará y, entonces, podré volver a escribir, seguir creando. 


Te envío un abrazo con la esperanza de que traspase los límites de espacio y tiempo y llegue hasta donde estás. 

¿Qué es de tu vida?


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