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Cicatrices de mariposa



Max, 


Por estas fechas te escribí mi primera carta hace ya seis años. 

Parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde aquel episodio oscuro, cuando era apenas una oruga vulnerable y sin color, inconsciente de que estaba a punto de atravesar por el proceso de metamorfosis más grande de mi vida. Un periodo de crisálida plagado del dolor de mil espinas e incertidumbre, cuya recompensa en la meta sería las magníficas alas de mariposa, llenas de colores, descubrimientos y matices, con las que volaría hacia un nuevo cielo, hermoso pero incierto, donde la única certeza era la lámpara que levantabas beatíficamente delante de mí, alumbrándome apenas lo suficiente para que no aterrizara de nuevo contra el fango en el que ya me había revolcado tantas veces. 

Seis años, y cuatro desde tu última aparición sobre el cielo de mi vida. 

Ahora, en cambio, un océano y una completa diferencia horaria nos separa. Cuando yo soy noche tú eres día y de día te conviertes en noche magnífica plagada de estrellas resplandecientes tras mis párpados cerrados, cuando el alma se me vuela de entre los labios en un suspiro a media tarde.

¿Cómo es allá... cuáles son los colores del mundo, tan diferente a este, que ahora habitas? ¿Sigues siendo plenamente feliz en la vida que escogiste? Por mi parte, sigo siendo la misma mariposa inquieta, con las mismas ganas de alcanzar todos los cielos posibles, y que, consecuentemente, lleva orgullosa sobre sus alas incontables cicatrices. La vida no se cansa de darme vuelcos pero, soy feliz. Pasan los años y sigo entendiendo cuánta verdad había en aquella frase que escuché hace ya tantas décadas; la vida sí que puede ser una sonrisa en medio de una, dos... infinitas lágrimas. Una sucesión ininterrumpida de punto y seguido, suspensivos, aparte, pero hasta que no lleguemos al definitivo final que tenemos escrito, siempre existirá la posibilidad —y la necesidad— de seguirnos reinventando. 


Te llevo en cada una de las peticiones que, muy de vez en cuando, elevo a nuestro padre en el cielo por las personas de mi presente, pasado y por siempre.


Con amor, 

Rosali. 

(*repitiendo en notas mentales el Claro de Luna.)

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