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Evocación



Hoy escribí un poema y todo él exhalaba tu nombre.
Entre palabras se me abrieron viejas cicatrices, 
y ulcerosas, palpitantes, escaldadas;
sangrantes y espantosamente supuradas... 
son tan horrorosas como los primeros días.

He sentido en cada pulso del papel agonizante escurrirse las fuerzas de mi cuerpo,
y te he llamado a gritos hasta que la voz se me ha apagado.
Llorando a lágrima viva con los ojos secos,
te he encontrado en los torcidos caminos de mis sueños...
empantanado,
perfectamente aclimatado a la atmósfera de mis terrores primarios,
y una única pregunta ha bramado en mi pecho cerrado:

¿Por qué?

¿Por qué te asentaste en la frontera de mi incertidumbre,
en territorio enemigo?
¿Por qué delimitaste con mi sangre tus líneas 
en terreno agrietado y seco?
¿Por qué haz de condenarte sin condena
y sumergirme a mí en angustiosa miseria?
¿Por qué me has traicionado?


Porque quieres... porque puedes.
Solo yo soy culpable.

Amarte selló mi sentencia. 
Yo puse en tus manos el puñal que hoy entierras en mi pecho.
Yo sola lo hice...
Te entregué la vida y con ella la razón para estrujarme, 
exprimirme de lágrimas, angustias y dolor.
Te dí el poder de destrozarme el corazón.




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